Reseña de «Un Hábito Sangriento»

Título: Un Hábito Sangriento

Autor: ELEANOR BOURG NICHOLSON

Editorial: Homo Legens. España, 2019

Sostenía uno de nuestros más cultos, prohibidos, escondidos y malditos escritores –Joaquín Bochaca- que con la crisis de las artes de occidente –vendidas a la pura economía, a la degradación del gusto, a la experimentación y a la promoción de los más bajos instintos humanos-, en literatura los géneros que aún eran capaces de salvarse, de sostener algo de la calidad y altura humana y de los valores tradicionales de occidente, eran los que siempre se habían mantenido como más populares, minoritarios para los grandes críticos y poco valorados entre la intelectualidad cultural: los libros de aventuras, policíacos, y de terror.

Una idea similar tiene Chesterton, poniéndola por obra de tal manera que sus libros de ficción fueron formalmente libros policiacos y libros de aventuras, aunque con un análisis más profundo, tendríamos que decir, que, bajo la capa de la aventura y la investigación delictiva, son novelas de tesis, novelas con una profundísima carga de ideas y de promoción de una determinada comprensión del hombre, el tiempo, la historia o la sociedad.

El mundo anglosajón y la estela de la Escuela de Oxford ha producido muchas obras literarias que pueden contemplarse en esa clave, formalmente bajo el registro de géneros minoritarios (pensemos en JRR Tolkien y su Alta Fantasía, o en CS Lewis con la Ciencia Ficción) y tenidos por poco importantes, juveniles, o de pasatiempo, pero que, bajo su aparente narrativa de género, eran obras con una carga de ideas de una densidad y una riqueza encomiables, y sin la renuncia a una cierta predicación y promoción de ideas, diríamos hoy, para nada en la clave de la corrección política.

Tiene su sentido apelar a la literatura popular para cargarla de sentido. El arte tiene esa doble función de Escuela-Templo y de Teatro. Wagner lo plantó en su construcción teórica recuperando a los tratadistas griegos y a cómo la más clásica comprensión de la literatura se ha comprendido a sí misma: el teatro griego y latino, nuestro Teatro del siglo de Oro, la literatura caballeresca, la novela picaresca… entretener y educar.

Y no sólo como clave positiva de mejora de la condición humana o de la sociedad. También el arte ha servido como motor de reingeniería social al servicio de los contravalores del progresismo liberal-capitalista. El cine, las series tan de moda, la televisión, o los mismos best-sellers han sido uno de los caballos de Troya de colonización de la opinión de la sociedad para dirigirla hacia la agenda de la sociedad abierta y el Nuevo Orden Mundial.

Un claro intento de hacer frente al dominio intelectual del progresismo, tiene que ver con la construcción de relatos alternativos al relato dominante y ahí es donde entra de lleno la ficción y el arte. Es probable que en esto, las corrientes culturales resistentes a esa cultura progresista dominante contemporáneas, han tardado en sumarse. No es que antes no existieran, es que seguramente por falta de espacios, por el control de la comunicación antes de las redes sociales de los grandes medios, las iniciativas existentes eran poco conocidas y limitadas a autores clásicos y consagrados.

Ese es el marco con el que leer la Novela que en esta recensión les presento.

Editada por Homo Legens con el cuidado que el Joven diplomático español Mario Crespo (@mariocrespob) sabe dedicar a todo, Un Hábito Sangriento es una novela de terror en clave victoriana… pero poco al uso.

Londres, 1900, el amanecer de un nuevo siglo. Incluso cuando la salud de la vieja Reina falla, la Gran Bretaña victoriana se mantiene monumental y fuerte sobre una montaña de progreso tecnológico, científico e intelectual, Cuando John Kemp, un joven y escéptico abogado, conoce en un tren a un fraile dominico de aspecto apacible, no puede imaginar que bajo el hábito blanco y negro se esconde un implacable cazador de vampiros. Pronto necesitará de su ayuda: una serie de sanguinarios asesinatos sacude el Londres victoriano y obliga a la improbable pareja a combatir juntos la amenaza de los no muertos.

Para comenzar es más que interesante la figura del fraile dominico cazador de vampiros, Fr. Thomas Edmund Gilroy -que recuerda en mucho al histórico amigo de Chesterton el padre Vincent MacNabb OP- y que sirve como catalizador para la autora para abordar el problema del mal. Y es que aunque las conexiones con el Drácula de Bram Stoker, casi que en hilos argumentales paralelos, son evidentes, la autora ciertamente da una giro y vuelta al original vampírico, incorporando un claro planteamiento católico que no elude la reflexión teológica, abordando la cuestión del mal sin simples justificaciones buenistas o psicológicas, mirando cara a cara las dimensiones creyentes del mal con un serio planteamiento teológico que corrige mucho del sensacionalismo tan contemporáneo que en Drácula se da, y sobre todo, planteando la rica comprensión católica del bien, pues a fin de cuentas, siguiendo a Santo Tomás, el mal en sí mismo no tiene entidad ontológica sino como ausencia de bien.

Esa dimensión de la novela nos habla de la calidad de la documentación y la formación de la autora, por una parte experta en Bram Stoker de quien editó su Drácula comentado para Ignatius Press, y por otra habitual colaboradora de medios católicos de los Estados Unidos –(Saint Austin Review, National Catholic Register, First Things, The Catholic Thing) además de agente pastoral encargada del ámbito educativo en una parroquia de Dominicos-.

Pero no solo en la clave vampírica es donde se puede leer esta novela, pues, no creo forzar su comprensión, no deja la autora de, tomando como imagen el Londres victoriano, y con el personaje central y narrador –el anodino abogado John Kemp- hacer una crítica a nuestro propio tiempo y a muchos de los tipos habituales de nuestra sociedad.

Para John Kemp  la vida parece tranquilizadoramente predecible siguiendo su curso, hasta que una incursión en la novela sensacionalista recientemente publicada Drácula, unida a un encuentro casual con un excéntrico fraile dominicano, lo catapultan a una serie de eventos extraños, violentos e inquietantes. Mientras Londres se siente atraído por el terror ante un sangriento rastro de asesinatos y destrucción, Kemp se encuentra en medio de él, asediado por todos lados: las personas cercanas a él son víctimas de un asalto cruel por parte de un asesino desconocido; él se siente profundamente atraido por una heredera estadounidense nada convencional; y su propia respetabilidad profesional se resiente, ¿quién puede confiar en un abogado que ve cosas que, por cualquier razón, no pueden existir? ¿Puede su vida mundana y sensata, y su mente escéptica, resistir a los vampiros? ¿Puede este inglés cotidiano sobrevivir a su encuentro con tal vez una amenaza aún más siniestra: los papistas de túnica blanca que dicen ser asesinos de vampiros?

Una sociedad adocenada, incapaz de mirar más allá de su propio limitado horizonte de racionalidad, presa de sus prejuicios, aburrida y amanerada, algo snob y diletante, capaz de coquetear privadamente con el vicio y el pecado, pero sin darle más importancia pues en nada cree, es el relato que hace la autora del Londres victoriano, pero que no deja de mostrarnos profundas similitudes con el hoy.

Y en cuanto a personajes encontramos también buscadas concomitancias con la actualidad desde la ficción. Desde luego el abogado anodino que vive en la imaginación podría ser cualquiera de nuestros profesionales de clase media casi que retratando el tipo habitual contemporáneo de ciudadano gris y respetable, crédulo de lo políticamente correcto, incapaz de saltar los prejuicios y supuestos conocimientos que le han inculcado, pero al que la realidad le empuja a romper con lo habitual.

Y no solo en cuanto a tipos genéricos la novela nos presenta personajes, pues también el misterioso magnate con apellido del este que se traslada a Londres con la filantrópica finalidad de ayudar a la transformación de la sociedad en una sociedad más desarrollada, abierta y moderna, financiando con su fortuna de misterioso origen a distintas instituciones que construyen esa transformación social buscada por el en claves casi de ingeniería social, recuerda al magnate George Soros, de quien también Homo Legens editó hace poco un magnífico estudio sobre su intervención en los problemas españoles.

Estamos pues ante una novela entretenida, de fácil lectura, que puede conseguir momentos de un ambiente terrorífico, pero que tras su primer ropaje de novela de entretenimiento, nos deja ver una profunda crítica a muchos de los males de nuestro mundo. Una novela de tesis, que en nada desdora a Bram Stoker, que sigue a Chesterton y que, por si fuera poco, tiene como personaje central a un fraile dominico mata vampiros. Anímense a leerla y no quedarán defraudados.

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