Pandemia y hegemonía mundial

Es posible que la crisis del coronavirus marque un punto de inflexión tan significativo geopolíticamente, o incluso más, como fueron los acuerdos de Bretton Woods en 1944 o la caída de la Unión Soviética en 1991. La diferencia entre estos dos acontecimientos y la crisis viral que ha derivado en pandemia en este pasadillesco y horribilis 2020 es que aquellos fueron momentos de impulso y apogeo de la democracia liberal e incluso de cristalización de una aureolada globalización, que además llegaría a comprenderse como  «el fin de la historia», y esta crisis pandémica parece que va a venir a ser el sepulturero de ese mundo mitológico, o si se prefiere metafísico, que creía controlar la totalidad del planeta y colmar el sentido de la historia, en lo que es un claro ejemplo de monismo teleológico historicista, al fin y al cabo cristiano, o católico, secularizado.

Así pues, el coronavirus marcará un antes y un después. Da la sensación de que esta pandemia y sus consecuencias pueden desencadenar los acontecimientos más mastodónticos que hayan visto los siglos, o al menos los que nosotros vayamos a presenciar. 2021 será el año 1 d. C., es decir, después del Coronavirus, o después del Covid-19. Deseamos con todas nuestras fuerzas que sus repercusiones no sean tan terroríficas como algunos creemos. Ya lo veremos y ojalá nos equivoquemos.

La trama de este cambio de poder a nivel geopolítico está entre China y Estados Unidos, que mantienen una guerra comercial que parecía que la estaba ganando Estados Unidos pero que la actual crisis aparenta cambiarlo todo, aunque todo está por ver. China y Estados Unidos tienen mucho más medios que el conjunto de los países europeos para salir de esta crisis no tan dañados como parece que va a salir Europa (y sobre todo España, lo que es realmente pavoroso pero parece cierto). De hecho China ya parece que está saliendo de la crisis y su maquinaria de reconstrucción ya está en marcha de modo imparable, al más puro estilo chino: trabajo, trabajo y trabajo; disciplina, disciplina y disciplina. Ya veremos si la era postcoronavírica es de dominio mundial chino. ¿Será la era postcoronavírica la era del dragón? ¿Y el dragón vendrá escupiendo fuego destructor o tal vez fuego purificador? Es decir, ¿sería China un Imperio generador o un Imperio depredador?

Tal vez China esté colaborando con países como Italia y España como gesto para adelantar a Estados Unidos, como si presumiese de imperialismo generador. Con su ayuda, China busca influencia y prestigio, y así limpiar la mala imagen que dejó al ser el epicentro de la pandemia por su negligencia y falta de transparencia al gestionar la crisis y por su falta de higiene o sus malas costumbres alimentarias insalubres. Aunque el gobierno chino descartó oficialmente que el virus procediese de un animal, e incluso un portavoz del Ministerio de Exteriores señaló al ejército estadounidense como el causante de dejar el virus en Wuhan, durante los Juegos Olímpicos Militares. No obstante, sí es cierto que en Wuhan hay un instituto de virología (lo que hará las delicias de los amantes de las teorías de la conspiración). La génesis del virus se está convirtiendo en un combate ideológico de múltiples teorías oficiales, oficialistas, conspirativas e incluso conspiranoicas que están enterrando la verdad en un misterio guardado en un secreto envuelto en un acertijo, y hallarla va a resultar tan difícil como atrapar a un gato negro en una habitación oscura con una venda en los ojos. Ignoramus, pero ignorabimus?

No está claro que China salga de la crisis como una gran potencia, y de hecho todavía no tiene controlada del todo la situación, pues un condado del centro del país vuelve a estar en cuarentena tras el positivo de una mujer al ser contagiada por un médico asintomático. China anunció el 19 de marzo que el número de contagios se había reducido a cero y que los contagios sólo eran de personas que venían del exterior; pero este nuevo caso enciende las alarmas para prevenir que se produzca una segunda oleada de infecciones. La economía china decrecerá en el primer trimestre, cosa que no pasaba desde los tiempos de la Revolución Cultural (1966-1976).

También es posible que a China no le interese el hundimiento de los países europeos porque eso también afectaría a su economía, pues necesita clientes, esto es, mantener los mercados que tiene e incluso abrir unos nuevos para vender sus productos made in China (un 30% de la producción mundial), y en Europa tiene uno de sus principales mercados. Como tampoco le interesa una recesión grave de Estados Unidos, otro de sus grandes clientes.

Cabe suponer que, tras la crisis sanitaria, China instale sus redes 5G en Europa; lo cual, a su vez, es de suponer que saldría como vencedora, pues en la disputa por la hegemonía mundial el 5G cumple un papel fundamental. Pero eso no será gratis sino a costa de que el gobierno chino disponga del control de nuestra información, lo que implica restricciones en esa cosa llamada «libertad de expresión», así como en «derechos sociales». No obstante, ya tras la caída de las torres gemelas en 2001 el gobierno de Estados Unidos, el país de la democracia y de la libertad, aprobó la Ley Patriótica, la cual cargó contra derechos constitucionales con la excusa de la amenaza terrorista.  

Estados Unidos puede sentirse impotente para frenar la crisis en su propio feudo, cuanto si más en los de sus socios europeos. No obstante, el gobierno norteamericano ha anunciado la donación de 210 millones de dólares a los países más castigados por la pandemia (incluyendo a Italia y España, no se espera que reciban tal ayuda Irán y China, por razones obvias). Y también destinará 64 millones de dólares al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), según comunicó el secretario de Estado Mike Pompeo. A su vez, Rusia ha ofrecido ayuda a Estados Unidos, cosa que Trump ha agradecido públicamente. Posiblemente el gesto esté calculado para mostrar su poderío ante los americanos y el mundo.

Estados Unidos está sufriendo un brutal retroceso del PIB y unas diez millones de personas se han ido al paro desde que empezó la crisis. Toda la obra económica de Trump ha sido destrozada en menos de un mes. Y es posible que Trump no salga bien parado de esta pesadilla porque al principio ninguneó el peligro del «virus chino», diciendo que era «una simple gripe», y que en poco tiempo habría vacuna y que se iría con el verano. El 21 de enero, en el Foro de Davos, Trump decía con mucha seguridad hablando sobre el único contagiado que por entonces tenía su país: «Es sólo una persona que vino de China y lo tenemos todo bajo control. Todo va a estar bien». Y el 26 de enero, pese a las advertencias de varios expertos, el presidente aseguraba: «El riesgo para los estadounidenses sigue siendo muy bajo. Cuando tienes 15 personas… en un par de días va a bajar y acercarse a cero. Es muy buen trabajo el que hemos hecho».

Pero dos meses después Estados Unidos se ha convertido en el epicentro mundial de la pandemia. Al menos ya el 2 de febrero se tomó la medida de prohibir la entrada de Estados Unidos de extranjeros que hubiesen estado en China en las últimas dos semanas y esto Trump lo vende como una decisión que ha salvado numerosas vidas; y posiblemente así sea, pero la gestión de su Administración ha sido manifiestamente mejorable (cuando antes de que estallase esto la gestión fue sorprendentemente buena, para rabia de muchos). Eso va a hacer que se le complique la reelección, y una vuelta de los demócratas a la Casa Blanca reanudaría desde el poder la agenda imperial liberal-globalista, pero la pandemia dejará un escenario más complicado para los lobos de Wall Street (que ya lo tenían bastante mal desde la crisis del 2008, el auge de China, la remilitarización de Rusia y la llegada del propio Trump al despacho oval). 

Jeremy Youde, especialista en políticas globales de salud y decano de la Escuela de Humanidades de la Universidad de Minnesota Duruh, ha sostenido que «Costó mucho tiempo que los líderes políticos y los funcionarios a nivel federal se dieran cuenta de que éste era un problema grave que tenían que gestionar… Y el tiempo jugó en contra de todo lo que hizo Estados Unidos».

Miguel Faria e Castro, investigador de la Reserva Federal de San Luis, ha calculado que para el segundo trimestre del año el número total de desempleados podría llegar a 52,81 millones. Aunque este cálculo no tiene en cuenta los dos billones de dólares en estímulos aprobados por el Senado el 2 de abril. De todos modos, esto es una bomba de relojería para un país con un gran número de gente armada, y desde que empezó la crisis se han visto largas colas que rodean las manzanas de los edificios donde se venden armas. No hay que descartar un escenario de guerra civil en el Imperio realmente existente, que en ese caso ya dejaría de serlo.

La pandemia está azotando al país del dólar y el alcalde de Nueva York, Andrew Cuomo, se ha referido a la situación como «desastre nacional», y añade que muchos enfermos de Covid-19 «van a morir a corto plazo debido a la falta de camas y de respiradores artificiales». Las morgues de la ciudad de la estatua de la libertad están saturadas. La Casa Blanca ha calculado que el coronavirus puede llevarse la vida de 100.000 a 240.000 estadounidenses, y ya es la tercera causa de muerte en el país. Si tiramos por lo bajo, la cifra de 100.000 supera a todos los muertos que ha sufrido Estados Unidos en todas las guerras que ha disputado tras la Segunda Guerra Mundial.

Ni mucho menos hay que dar a Estados Unidos como perro muerto, pues a buen seguro luchará hasta el final para conservar la hegemonía mundial. Es posible que la plataforma anglosajona persevere en los problemas de índole mundial, pero tendrá que competir con otros actores de suma importancia, como -al fin y al cabo- ya venía siendo así antes de la pandemia. Y no queremos ser alarmistas, pese a que estemos en Estado de Alarma, pero hay munición nuclear en todo el mundo para al menos destruir la superficie del planeta.    

Otra potencia que parece que va a salir reforzada de la crisis, o al menos no tan debilitada, es Rusia (gran potencia militar y nuclear, y también petrolífera y de gaseoductos). Este gran país, el más grande del mundo (34 veces España, y 148 países cabrían en Rusia), desde el principio tomó medidas contra la pandemia siendo el único Estado que lo ha hecho bien (dentro de lo que cabe). El 2 de abril Putin anunció que sin perder el sueldo todo el mes no será laborable para los empleados no esenciales. En Rusia -a fecha de 6 de abril- el coronavirus ha contagiado a 6.343 personas y ha matado a 47 (aunque las cifras no son fiables, y posiblemente estén a la baja).

Es sorprendente que Rusia esté llevando a cabo una campaña médico-militar en Italia y la OTAN haya cancelado su plan para 2020 que era movilizar tropas en el continente para «Defender Europa». La OTAN, dicho sea de paso, es el brazo armado del globalismo, aunque desde que entró Trump en la Casa Blanca eso es discutible y habrá intereses enfrentados en el seno de la organización atlantista. De defender a Europa de las zarpas del oso ruso, la OTAN ha pasado a abandonar Europa, y deja que el oso cuide al menos de la bota (aunque habría que ver las consecuencias).

Asimismo, los burócratas de la UE han publicado un informe del Servicio Europeo de Acción Exterior que responsabiliza a Rusia de «desinformar sobre el coronavirus», a fin de atormentar con «confusión, histeria y miedo» y así «debilitar y dividir las sociedades europeas» con el propósito de conseguir «el colapso de nuestro sistema sanitario». Pero no hace falta recurrir al tópico de «Rusia es culpable» para que las naciones europeas se dividan y se tiren los trastos: Europa es una biocenosis; esto es, la permanente o si se quiere intermitente polémica entre unas naciones frente a otras (con sus coyunturales alianzas) que en más de una ocasión han concluido en guerra.

Rusia ha roto su alianza petrolera con Venezuela, tras su triunfal disputa por los precios del petróleo contra Arabia Saudita (bajada de los precios que perjudica a todos los países, también a Rusia; lo que lo hace similar a la crisis viral, pues perdemos todos, aunque unos saldrán más perjudicados que otros). No obstante, Rusia rechaza el bloqueo del FMI a Caracas y la orden de busca y captura que ha ordenado el gobierno de Washington contra Nicolás Maduro, según declaró la portavoz de Ministerio de Exteriores de Rusia María Zajárova. A su vez, Maduro ha enviado una carta al pueblo estadounidense pidiendo «con el corazón en la mano que no permitan que su país se vea arrastrado, una vez más, a otro conflicto interminable, otro Vietnam u otro Irak, pero esta vez más cerca de casa». ¿Es posible que Putin y Trump hayan llegado a un acuerdo de trueque geopolítico de Venezuela por Ucrania? Hay que tener en cuenta que Putin y Trump tienen un enemigo en común: el globalista empedernido y perejil de todas las salsas conpiranoicas y conspirativas George Soros.

Si el coronavirus terminase dejando más o menos el mismo desastre en todos los países, entonces la relación de fuerza no variaría en la dialéctica de Estados y de Imperios, si bien es cierto que cada Estado estará más débil y habrá más pobreza (lo que complicaría mucho la situación en la dialéctica de clases en el interior de cada Estado, con convulsiones sociales e incluso gerras civiles).

La pandemia está dejando a su paso una guerra de cifras por el número de muertos y de contagiados. Si en Hubei la cuarentena duró dos meses, empezando el 23 de enero, con 17 muertos y 443 contagiados, en España empezó el confinamiento el 14 de marzo con 121 muertos y 5.000 contagiados. Algo no cuadra. Viendo lo que está pasando en Italia, España y Estados Unidos las cifras que ofrece el gobierno chino parecen muy bajas, y posiblemente hayan sido desinfladas considerablemente de cara a la propaganda, para aparentar músculo; es decir, parece puro cuento chino. Según se dice, en sólo dos semanas las urnas funerarias ascendieron en la provincia de Hubei a unas 42.000. Un informe de la CIA afirma que China ofrece cifras muy bajas tanto en el número de muertos como en el de contagiados, y también duda de las cifras que han ofrecido oficialmente Irán, Rusia, Indonesia y Corea del Norte. Aunque tampoco las cifras que se están dando en España son fiables. Parece que nadie quiere mostrar debilidad (de cara al exterior y a la oposición, en los países democráticos; así como ante la opinión pública).  

Otra preocupación enorme es que el coronavirus será una amenaza hasta que no aparezca una vacuna. Y la carrera que han emprendido China y Estados Unidos, y también otros Estados (entre ellos España), por ver quién saca la vacuna es tan frenética como la que disputaron Estados Unidos y la Unión Soviética por llegar antes a la Luna. El primer Estado en conseguir la vacuna será el primero en recuperar las fuerzas, y no venderá la vacuna a otros Estados hasta que esta ventaja empiece a ser notable. Y está por ver qué país desarrolla la vacuna contra el Covid-19, porque eso tendrá repercusiones geopolíticas de gran calado.

No habrá un esfuerzo global y coordinado para dar con la vacuna. No hay solidaridad de un supuesto Género Humano contra el SARS-CoV-2, ni siquiera en el campo epidemiológico, biológico o estrictamente sanitario, sino más bien una lucha en la dialéctica de Estados por conseguir antes que nadie la vacuna y por apropiarse de más material sanitario para hacer frente a la pandemia, y así cada Estado sane a sus ciudadanos como buenamente puede. Es más, la pandemia no sólo está enfrentando a países por los recursos para afrontarla, sino también dentro de los mismos países está enfrentado a gobierno y oposición, y en el caso de España es paradigmático (lo que recuerda al 11M).

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