Déjà vu: despropósito 2.0

“No creía en los sentimientos. Pensaba mal y acertaba” (Louis Ferdinand Céline, de su novela “Muerte a crédito”)

No es ocasión para “sacar pecho” ni para recurrir al inevitable “nosotros ya lo dijimos”. No es nuestro estilo. Lejos de felicitarnos por el pleno acierto en nuestros vaticinios, constituye un motivo de honda preocupación la nueva convocatoria de Elecciones Generales en España. Y ello por varios motivos, el primero y principal de los cuales viene dado por la palmaria constatación del definitivo e irreversible envilecimiento del Sistema político español, llevado a un punto de servilismo y degeneración insoportables por su absoluta sumisión a bastardos intereses partidistas y a las abyectas e inconfesables –aunque evidentes- ambiciones de algunos de los personajes que lo encarnan. La pérdida de cualquier sentido de Estado, la conversión de la Nación en mera mercancía sujeta a los trapicheos y cambalaches de gentes sin escrúpulos, el tratamiento dispensado al pueblo manejado como un rebaño de inferiores por individuos –e individuas- con espíritu y mentalidad de chantajistas; todo este conjunto de mediocridades, perversiones y encanallamiento, no son otra cosa que la prueba irrefutable de una estructura política que agoniza, de un Sistema corrompido hasta la médula que se precipita imparable hacia el estercolero de la Historia.

Mientras a derecha e izquierda, mediocracia y partitocracia entraban al trapo de la fábula diseñada por Pedro Sánchez y hacían seguidismo ovejuno de su farsa, aceptando no ya pulpo, sino barco como “animal de compañía”, desde POSMODERNIA advertimos que la finalidad primera y única de Sánchez era provocar una repetición electoral. Y lo hicimos en fecha tan temprana como el pasado mes de mayo, en nuestra primera valoración de los resultados de las Elecciones Generales, mediante una pormenorizada y extensísima serie de editoriales que agrupamos a través de sucesivas entregas, bajo el título común de “Paisaje después de la batalla”. Incluso en la Editorial que precede a esta (“Naide”), aventurábamos con precisión milimétrica, como ha quedado demostrado, los postreros acontecimientos que estaban por suceder. Ya queda dicho que no se trata de “colgarnos medallas” de ninguna especie, pero sí de evidenciar por contraste, la ceguera y la estupidez generalizadas (salvo honrosas y escasísimas excepciones) entre los representantes de los medios de comunicación y los partidos, que han “comprado” acrítica y desnortadamente la “mercancía averiada” de Sánchez, haciéndole el juego en su simulacro de negociaciones para lograr una Investidura que en ningún momento se propuso. Y este es el verdadero despropósito. No que Sánchez fuera un embustero “impostor” (Rosa Díez dixit), cuestión que únicamente los muy lerdos podían ignorar; sino que sus adversarios, correligionarios y competidores, y aquellos que pontifican desde los púlpitos mediáticos, o bien adolecen de una supina incapacidad para descifrar las burdas maniobras de un fulero de tres al cuarto, o lo que sería todavía peor, forman parte de un entramado dedicado a perpetuar la impostura…

En POSMODERNIA ni tan siquiera tuvimos necesidad de recurrir a la pauta descrita por Céline en el encabezamiento de estas líneas, pensando mal de Sánchez para acertar. No fue preciso. Era un déjà vu…

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