Secesión, Casta y Pueblo

Mientras el sainete en que los políticos han convertido la subversión de los separatistas catalanes continua por sus extraños derroteros a los que nos tienen acostumbrados la clase política, nos permitimos reflexionar sobre los sucesos que nos han llevado a la situación actual.
Los más de 40 años en los que hemos sufrido el chantaje separatista y los cambalaches a los que se han prestados los partidos nacionales confluyeron en el referéndum separatista del 1-O. Pudimos observar que la reacción del Gobierno en esos días fue la de ponerse de perfil. Mandó a las FyCSE intervenir en Cataluña y a continuación les dejo abandonados a su suerte. Mientras toda España podía observar como la hoja de ruta separatista continuaba con total impunidad. Persecución y humillación pública a la Policía Nacional y la Guardia Civil, movilización masiva que desemboco en la huelga general del 3 de octubre en Cataluña y silencio o directamente compadreo por parte de nuestros políticos.

Pero como ya ha ocurrido en otras ocasiones no es la abúlica clase dirigente sino el pueblo español el que sale en defensa de España. Las banderas rojigualdas llenan los balcones de todos los barrios, independientemente de su extracción social, las redes sociales arden en campaña de boicot o apoyo a empresas o instituciones, las plazas y las calles se llenan de españoles que defienden seguir siendo, etc. y fue este clamor social el que arrastro a actuar, siempre de forma timorata y blanda, a una clase política que estaba ausente. Evidentemente la clase política rápidamente trato de atenuar y suavizar este clamor popular, por ejemplo tenemos a Josep Borrel afeando a más de un millón de manifestantes en Barcelona que gritasen “Puigdemont a prisión”.

Si miramos la historia podemos tomar por ejemplo el mayo de 1808 cuando las élites socio-políticas de la época deslumbradas por las ideas de la Ilustración permanecieron pasivas, cuando no claramente apoyaron, frente a la invasión de los ejércitos de Napoleón que traían la luz a la según ellos atrasada España. Pero los gritos de un maestro cerrajero, el arrojo de una bordadora y una ama de casa y la valentía de un alcalde de pueblo hicieron posible que llama de la rebelión prendiera por toda la piel de toro e hiciera posible que los invictos ejércitos franceses mordieran el polvo. Hoy como ayer vemos como la supervivencia de España llega de las manos del pueblo aun a costa de nuestros propios políticos.

Frente al golpe de estado producido por los separatistas catalanes es curioso el proceder de los partidos nacionales. Podemos que ha actuado de palanganero de los separatistas. Desde su apoyo entusiasta al principio hasta su descafeinado intento de frenar el clamor popular mediante las camisas blancas hasta el esperpéntico cambio de postura de Pablo Iglesias que ahora se proclama el primer defensor de la Patria. Cierto que existen sectores de Podemos que no apoyan estas erráticas estrategias de su “macho alfa” y deben ser ellos los que pidan cuentas de su actuación que ha dejado bastante tocada a la formación morada. Tanto Ciudadanos como el PSOE han apostado por las elecciones como respuesta al desafió separatista, creemos que con cierto oportunismo político, veremos si el 21 de diciembre lo que nos depara. Aunque el PSOE no ha podido abandonar sus tics y a propiciado que TV3, Cataluña Radio y demás medios públicos catalanes sigan en poder de los separatistas, con el evidente perjuicio que esto implica. Mientras el PP ha defraudado a toda esa masa social que defiende a España al dejar pasar una oportunidad de oro, que la aplicación del Art. 155 sirviera para desinfectar las instituciones y la sociedad catalana del virus separatistas, convocando elecciones que no sabemos que futuro nos deparara.

La clase política española se ha visto sobrepasada por el movimiento social que no puede controlar pero que intenta tergiversar para volver a la anterior situación de atonía que le es tan propicia para sus tejemanejes y francachelas. Vemos si consiguen cambiar el himno popular de estas movilizaciones el Que viva España del difunto Manolo Escobar, por alguna otra versión ñoña y descafeinada tan acorde con sus espíritus descafeinados.

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