PP: Partido ¿Podrido?

“Quien llore por éstos, llora por la corrupción” (Arthur Miller)

La descomposición interna del PP tras la Moción de Censura que los ha desalojado del Gobierno de España no se ha hecho esperar. Ya durante las sesiones en el Congreso las caras de duelo en el banco azul resultaban reveladoras del estado de ánimo que reinaba entre las huestes del partido de la gaviota. Rostros desencajados y expresiones faciales entre atribuladas y desconcertadas, una especie de “esto no puede estar pasándonos a nosotros”. Pero sí, les estaba pasando a ellos; ¡y con razón!

LA HERENCIA DE “EL ENTERRADOR”

El “marianismo/sorayismo” ha terminado por devastar al PP, un partido que ya venía “tocado del ala” desde los tiempos de Aznar. Chapoteando en el fango de una corrupción desbocada, sin respuestas ni soluciones para ninguno de los graves problemas que amenazan a España y a los españoles, dejándose llevar por los acontecimientos continuamente, sin tomar una sola decisión valiente, sumido en la molicie, la cobardía, la irresponsabilidad y la soberbia, el PP ha tocado fondo.

Y en esa situación han llegado a trompicones a unas primarias improvisadas para decidir quién debía suceder al nefasto M. Rajoy, al que en estas mismas páginas bautizamos como “El Enterrador”. Y a fe que acertamos con el mote, porque el personaje ha dejado a su partido y a España “para el arrastre”. Lo del partido, francamente nos importa un bledo; es más, por una cuestión de mera “higiene democrática” hasta encontramos deseable su hundimiento definitivo. En cuanto al daño irreparable que han infligido a España, no se lo perdonaremos jamás.

LA “DAMA DE PLASTILINA”: CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Pese a que la mayor parte de analistas, opinadores, tertulianos y demás “fauna mediática” parecen haberse sorprendido por la holgada victoria de Pablo Casado, en el Congreso Extraordinario que ponía colofón a las primarias del PP, no ha sido nuestro caso. Estábamos tan seguros de que Soraya Saénz de Santamaría pasaría a la segunda vuelta, como de que quien pasara con ella acabaría derrotándola. Y no es que gocemos de dotes adivinatorias; es que en POSMODERNIA “algo” sabemos de política (y de Política…), a diferencia de quienes confunden permanentemente sus oscuros deseos con la realidad y están acostumbrados a manipular a la opinión pública con sus triquiñuelas, sus monsergas y sus tópicos de baratillo…

Soraya SS ha fracasado en “toda regla”. Y su estrepitosa derrota ha sido cualquier cosa, menos casual. Era la “crónica de una muerte anunciada”.

En POSMODERNIA hemos sido desde nuestro nacimiento especialmente críticos con Soraya SS, una “reina” de la nadería. “Sin ideología conocida”, proclamaban sus detractores. Y no les faltaba razón. García-Margallo llegó a afirmar que tanto podría haber estado en el PP como en el PSOE, sin que por ello se hubieran resentido sus “valores” . No es la única en el PP. Ni en el PSOE… Nosotros, con humor, le aplicamos en un par de ocasiones la máxima de Groucho Marx: “estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros”. Lo cierto es que su trayectoria en responsabilidades de gobierno ha sido, por encima de todo, insustancial.

La que se postulaba a efectos de imagen, como una mujer implacable, acaparadora de poder, la verdadera gobernante de España ante el absentismo de su jefe, una nueva “Dama de Hierro”, la “Merkel española”, ha resultado ser a la hora de la verdad, una triste “Dama de Plastilina”, perdida siempre entre dudas, presa de una extrema cobardía para enfrentar los desafíos y escondida perennemente bajo los faldones de las togas de los jueces.

Su gestión de la crisis provocada por el Golpe de Estado secesionista en Cataluña, para cuya resolución recabó poderes “extraordinarios”, ha sido sencillamente lamentable. Todas sus decisiones fueron erróneas y tardías. Es preciso recordar que su “debut” en el escenario catalán se produjo antes del primer referéndum, el convocado por Artur Mas. No movió un dedo. Posteriormente ha tenido oportunidad de intervenir en múltiples ocasiones, por ejemplo con la aprobación de las llamadas “leyes de desconexión” o la convocatoria del referéndum para proclamar la Independencia, sin que en ninguna de ellas se haya decidido a hacerlo. Ha arrastrado la dignidad del Estado español a niveles de auténtico ridículo, nacional e internacionalmente. Se jactó de haber impedido el referéndum ilegal del 1-O, de haber descabezado el Golpe, de aplicar el artículo 155 de la Constitución, de haber encarcelado a los golpistas. La cruda realidad es muy otra.

El referéndum ilegal, anunciado “urbi et orbi” por los secesionistas, se celebró; y no sólo eso: primero, contra toda lógica, se confió en los Mossos d´esquadra para impedirlo, con ordenes cuando menos difusas, y obviando la desafección evidente de sus mandos; a continuación, con la gente en las calles y votando en los colegios, se envió a la Policía Nacional y a la Guardia Civil “al matadero”, a una batalla perdida de antemano, para a continuación, cuando empezaron a aparecer en las televisiones las primeras imágenes del desaguisado, acongojarse y mandar la retirada bochornosa de las FOP, dando lugar a un escarnio de proporciones siderales; no contenta con ello, impidió la difusión de las imágenes que mostraban las agresiones sufridas por los policías y guardias civiles, lo que al menos hubiera paliado ligeramente las reacciones internacionales y hubiera privado a los golpistas de un “argumentario” del que tanto rédito han obtenido.

Tras la proclamación de la Independencia en el Parlament por parte de los partidos golpistas, otra ración de ridículo “express” a cargo de la Dama de Plastilina. Vueltas y más vueltas para aplicar el artículo 155, llegando al paroxismo peripatético al preguntarle a Puigdemont si habían proclamado la Independencia o no… Sonroja recordar su cuasi súplica al cabecilla golpista para evitar verse obligada a actuar, antes de que éste respondiera a la esperpéntica pregunta. “Nunca será más fácil evitar la aplicación de la Ley” , le sugirió. Y se quedó tan ancha. Por supuesto Puigdemont gracias a todo ese trajín, tuvo tiempo de preparar su fuga y tomó “las de Bruselas”. Otros lo imitaron enseguida, sin que el CNI, también bajo su mando, se enterara de nada. El Estado de Derecho en versión Soraya SS…

Imprescindible” llegó a decir que iba a hacerse en Cataluña. Ella, la “Virreina” del 155. Pero una vez más, se le aflojaron las rodillas y en lugar de aplicar la ley, y precisamente para evitar hacerlo, urdió la penúltima y letal artimaña: convocar unas elecciones a toda prisa y permitir a los golpistas presentarse como candidatos. Debió ser, junto con su “ausente” Presidente, la única persona sobre la faz de la tierra que ignoraba lo que estaba por suceder… Resultado: la suma de escaños obtenidos por los secesionistas les otorgó la mayoría en el Parlament. De paso, “legitimó” su postura a ojos de los observadores extranjeros, les confirió una cierta patente “democrática” y dejó vacío de contenido el 155. Un “éxito” completo.

Entretanto, los policías y guardias civiles embarcados en el “Piolín” o “escrachados” en sus hoteles, en un espectáculo humillante e indigno, para evitar ofender al secesionismo con la que hubiera sido lógica presencia de buques de la Armada. Por supuesto, durante todo el proceso no se clausuró ninguno de los medios golpistas y la propia TV3 continuó prestando apoyo y cobertura a las iniciativas y campañas secesionistas. Más aún; pocos días después del golpe, entregó 10 millones de euros a los medios más furibundamente separatistas. Podríamos proseguir “ad nauseam” recordando episodios delirantes de su actuación como “Virreina” de Cataluña. Baste para rematar, su aceptación de Torra como su sucesor al frente de la Generalitat…

De su labor de gobierno a nivel nacional también han quedado rastros memorables. Su “rescate” de “El País” y su grupo editorial, su intervención directa en la creación de Atresmedia/laSexta, en contra del terminante informe de competencia, sus elogios al PNV justo antes de la Moción de Censura que los puso, a ella y a su partido, “de patitas en la calle” con el voto favorable de los vascos, su postura en la venta por un euro del Banco Popular y sus especiales relaciones con Ana Patricia Botín, sus participaciones en las reuniones del Grupo Bilderberg…

Mención aparte merece su actuación dentro del PP y respecto a otros miembros del partido. Ahí sí se ha mostrado implacable e intratable. Ha defenestrado a cuantos componentes del Gobierno pudieran molestarla y ha colocado a sus peones en su lugar. No en vano llegó a hablarse del “clan de los sorayos” para referirse a ellos. Se le atribuyen filtraciones gracias a su manejo del CNI, como las de las fotos de Feijóo con el narco Dorado o el vídeo de Cifuentes. El caso es que cualquiera de sus compañeros de partido que haya caído en desgracia frente a ella ha terminado corriendo una suerte poco envidiable, y la ristra de “cadáveres” que las malas lenguas le adjudican no resulta precisamente desdeñable…

Y en esas llegaron las primarias para la sucesión de M. Rajoy.

“Soy Soraya, la del PP”, soltó ufana ante el Congreso del partido. Y con eso, con agitar un abanico ante la concurrencia, con fotografiarse comiendo pizza con su camarilla y recordarle a los compromisarios que la suya había sido la lista más votada en la primera vuelta, creyó que bastaba para ganar la votación y resultar elegida Presidenta. “Porque yo lo valgo”, debió pensar. En verdad, la ignorancia y la soberbia no conocen límites y son el combustible que alimenta todas las osadías y las prepotencias.

Si algo ha demostrado Soraya SS durante este proceso es su falta de conocimiento del medio político y su escasa capacidad de análisis de las situaciones y de las personas. Ha confundido sus evidentes dotes de “trepa”, (lo que puede servir para ganarse el favor de una persona), con saber manejarse ante un auditorio donde para ganarse al público se precisan otras virtudes de las que ella carece en absoluto: carisma, simpatía, imagen, discurso, capacidad oratoria…

Con el objetivo de “asaltar los cielos” peperos se puso en manos del “fontanero de guardia” del partido, el incombustible Javier Arenas. Obvió un detalle: Arenas es una máquina de perder elecciones, como tiene sobradamente acreditado. Además contó con muchos de los “sorayos” que colocó en puestos clave: Fátima Báñez, De la Serna, Méndez de Vigo, Milló, Maíllo, Sanz, Sánchez Camacho, Teófila, Nadal, Iturgáiz, Alfonso Alonso… Si se repasa la lista con atención se llega a la inevitable conclusión de que se trata de un equipo de perdedores. Además, como ya ocurrió con el Gobierno y denunciamos en estas mismas páginas, se trata de un elenco que en general, provoca rechazo por su perfil antipático. Sólo falta Montoro, uno de sus incondicionales, para completar el cuadro…

Otro error de bulto de Soraya SS es atribuirse experiencia política y victorias electorales. Por muy Vicepresidenta de Gobierno que haya sido las “trincheras” no las ha pisado en su vida. Y en las elecciones en que ha resultado elegida nunca fue cabeza de cartel, siempre compareció a la sombra de otros.

Renunció a un debate con Casado poco menos que para no humillarle, según declaró, en uno de esos gestos que desvelan una tendencia al desprecio hacia los demás, que provocan instintivo rechazo entre quienes lo escuchan y que si se escudriña con la debida perspicacia, pone de manifiesto una oculta doble actitud, en parte contradictoria, en parte complementaria: por un lado, la seguridad de quien cree tener ganado el partido y ve innecesario arriesgarse, y por otro lado, una especie de temor a correr el riesgo de verse derrotada por el adversario.

La puesta en escena de Soraya SS durante el Congreso acabó de lastrarla definitivamente y frustró las opciones que pudieran quedarle para hacerse con la victoria. No solamente carece de carisma, además su oratoria resulta plúmbea, plana, impostada, sin nervio, sin el mínimo sentimiento o convicción; en definitiva, como si estuviera recitando el temario de sus oposiciones a la Abogacía del Estado. Francamente, su discurso “aburrió a las ovejas” .

Con todo lo expuesto, ¿todavía hay quién se extrañe de que ganara Casado?

CASADO EN EL DÍA DE LA MARMOTA

Pablo Casado se ha convertido en nuevo Presidente del PP por dos razones: en primer lugar y muy principalmente, por el rechazo visceral que provoca internamente Soraya SS, tanto por las purgas que ha llevado a cabo entre el aparato del partido, lo que le ha creado un sinfín de enemigos, como por sus actuaciones en la gestión de gobierno, en especial en Cataluña, donde ha hecho y deshecho a su antojo con el desastroso balance por todos conocido. En segundo término, Casado ha ganado porque no ha cometido errores y eso le ha permitido unir en su derredor a cuantos deseaban evitar la presidencia de Soraya SS. El mérito de Casado en estas primarias ha residido en lograr superar la primera vuelta. Conseguido ese objetivo, desparecía cualquier obstáculo que le impidiera batir a la Dama de Plastilina en la segunda vuelta; tal es la animadversión que suscita internamente la “ex-virreina”. Se trataba de una simple operación aritmética: sumar a los desafectos a la mujer que ha manejado los hilos del poder pepero durante estos años.

Casado ha demostrado conocer mucho mejor que Soraya SS los entresijos y las claves de su organización política. No en vano es un “apparátchik”, un “cachorro” de Nuevas Generaciones criado a las ubres del partido, que lleva media vida instalado en su seno, y conoce sus sensibilidades y las pautas por las que se mueven los flujos interiores. Por eso su discurso ante el Congreso fue un mitin en toda regla; ni brillante, ni con gran contenido ideológico, como quieren vender ahora algunos medios de la derecha y muchos de los miembros de la formación conservadora. Pero un mitin al cabo, frente al “discursito” melifluo, frívolo y plomizo que articuló su oponente. Porque Casado sabe que es recurrente en la derecha la búsqueda de su “gran esperanza blanca”, de un líder en el que reposar sus expectativas y descargar la responsabilidad, de un “indiscutible” que les simplifique las cosas y no les haga pensar demasiado. Llevan en esas desde Fraga, con poca fortuna, por cierto. A tal punto ha llegado la obsesión que, con la particular capacidad de autosugestión tan propia de la “derecha de toda la vida”, han llegado a atribuir a tipos tan “descafeinados” como Aznar, cualidades carismáticas y de “liderazgo fuerte”, de las que el tristón bigotudo de las Azores no ha disfrutado ni en sus mejores sueños… Y eso lo ha aprovechado Casado, sabedor de la mentalidad de su gente, para abrirse paso hacia la presidencia apelando a esas pocas “ideas-fuerza” cuya evocación despierta indefectiblemente una acogida favorable en el imaginario derechista. Otra cosa será la concreción en la práctica de esos “principios” que, ya sabemos, quedan en mera declaración de intenciones y brindis al sol tras pasar por el tamiz de ese seudoliberalismo difuso, casposo y vidrioso en que se mueven ideológicamente el PP y el propio Casado.

“El PP ha vuelto”, proclamó pletórico Casado tras su elección. Y anduvo certero Echenique por una vez, al transmitir su pésame a Ciudadanos y a Vox. Y la vieja derecha de siempre volverá a fantasear imaginando que por fin vislumbrarán la Tierra Prometida bajo la dirección de un nuevo Moisés. Como por ensalmo desaparecerá la corrupción que los asola y recobrarán el norte perdido en la ominosa etapa de “El Enterrador” y su “virreina”. Los medios cercanos y la claque pepera descubrirán en Casado inverosímiles cualidades taumatúrgicas que hasta él mismo desconocía. Y después, todos juntos volarán hacia la Moncloa, unidos como un bloque granítico, de victoria en victoria, hasta lograr desalojar a Sánchez y al resto de usurpadores, para evitar la hecatombe y para desfacer los entuertos socialistas…

Pero no se engañen, el PP que vuelve es el mismo PP de siempre. Por eso pueden decir con propiedad que “vuelve”. Así pueden volver a hablar de “valores” como la libertad, la familia o la seguridad, pero sin entrar en detalles, no sea que haya que mojarse y definir qué libertad, qué familia o de qué seguridad están hablando. Apelan a la “España que madruga” pero no cuestionan el modelo de Estado elefantiásico que les permite seguir viviendo a costa de los demás. Prometen bajar impuestos después del auténtico Terror fiscal que han desplegado con cada uno de sus gobiernos. Vuelve el PP, sí. El partido convertido en pocilga por culpa de la corrupción. El que promete una cosa y hará la contraria; o no hará nada. La derecha de siempre. La que confunde la Patria con el patrimonio, y defender la unidad de España con la patriotería barata de hacer ondear la banderita una vez al año, bien arropaditos, bien protegiditos y sin llamar mucho la atención. Y sus votantes, con la fe del carbonero, pretenderán volver a ver galgos donde sólo habrá podencos. Y aclamarán a Casado al grito de “¡Presidente!¡Presidente!”, tal vez para intentar olvidar que, hasta hace unos días, era poco más que “el chico de los recados” en el partido. Pero en el fondo (dejando aparte el incómodo asuntillo de la corrupción), es lo que les gusta, lo que les pone: un partido que les diga lo que quieren oir, lo estrictamente necesario para tranquilizar la conciencia y hacerse a la idea de que están haciendo lo correcto. Pero eso sí, sin complicarles la vida, ni pedirles mucho más que el voto. En fin, la vieja derecha de toda la vida, el bucle que no cesa, el interminable “día de la marmota”.

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