Posmodernia a Eduardo Naranjo en su Exposición-Homenaje

Eduardo Naranjo: de dioses y sueños

Nos hallamos ante un doble acontecimiento: porque una Exposición de obras de Eduardo Naranjo siempre lo es; y porque el hecho de que tenga lugar en Madrid, su ciudad de adopción, duplica su intrínseco valor confiriéndole significativa singularidad.

En Eduardo Naranjo encontramos un artista en plenitud al que cabalmente, sin incurrir en el exceso laudatorio, cabe reconocer la genuina condición de Maestro. Por eso, cuando nuestra “hermana” MAE invitó a POSMODERNIA a participar en este evento, no lo dudamos ni un instante y nos sumamos entusiasmados a la iniciativa.

Creatividad, fantasía, originalidad, imaginación, profundidad, dominio del espacio, de la luz, del color, conocimiento extenso del oficio, virtuosismo en la composición… Claves de bóveda sobre las cuales se asienta con imperturbable solidez la excelsa obra de Eduardo Naranjo. E ítems configuradores de un código que acrisolado con maestría, eleva la categoría pictórica al nivel de la genialidad.

Una temprana etapa expresionista y neofigurativa dio paso a su desembarco en el realismo. Y es aquí donde la producción de nuestro protagonista empieza a macizarse y alcanzar su madurez, encontrando su particular zona de confort en un personal neorrealismo onírico, que lo encumbra definitivamente. Los sueños como motor y leitmotiv inspirador en la creación del artista. Desde coordenadas estilísticas distintas, Eduardo Naranjo podría hacer suyo el aserto de Van Gogh: “Sueño con pintar y luego pinto mis sueños”. En buena medida porque como el propio Naranjo confiesa, “los sueños forman parte de mi vida tanto como el estado de vigilia; lógico es que afloraran en mis obras”. Sueños “en azul” que se atemperan y adquieren dimensión mágica en la pericia virtuosa de su pincel.

Vivimos tiempos controvertidos, confusos; el umbral de incertidumbres se amplifica, al par que una sórdida mediocridad parece enseñorearse de todos los ámbitos que conforman nuestra existencia. Es el triunfo y la globalización de la “mediocracia”, que denuncia Alain Deneault en su último ensayo. En el plano histórico/filosófico asistimos al ocaso, a la agonía de una Época, la Modernidad, cuyos referentes y paradigmas han ido quebrando sucesiva e irreversiblemente. En semejante contexto, el Arte, manifestación vital privilegiada del talento singular, no logra sustraerse a la sensación generalizada de decadencia. El influjo condicionante de las pulsiones, derivas y líneas de fractura que afectan a la sociedad en su conjunto, provocan un extravío conceptual de considerable envergadura, que termina contaminando hasta el propio sentido de la “Belleza”, genéricamente entendido. Ninguna época como la actual, se ha permitido exaltar la fealdad y el adefesio como expresiones artísticas referenciales. A falta de mejores argumentos, ante el panorama sombrío de una producción rutinaria y anodina, incapaz de suscitar emociones entre un público sumido en el desapego y la indiferencia, se hace preciso suplir la falta de creatividad y talento recurriendo a la sobreutilización de una provocación de signo negativo y a un continuo “crescendo” en la enormidad del exabrupto.

Jean Baudrillard teorizó acerca de la contemporánea suplantación de la realidad por el simulacro en las “tardomodernas” sociedades de consumo pletórico. Y a modo de simulacro del Arte “auténtico”, cabe caracterizar buena parte de una producción industrializada, “low cost”, de “usar y tirar”, a la que un oscuro mandarinato cultural, auto-erigido en dispensador de patentes de corso “artísticas”, otorga su benevolente, oportunista y clientelar “bendición”. No es este, desde luego, el caso de Eduardo Naranjo, una de las gloriosas (y cada vez más numerosas) excepciones, que hacen saltar por los aires sectarias “reglas” e intereses espurios, confirmando que habrá Arte con mayúscula mientras existan verdaderos artistas. Por atenernos a la Pintura en concreto, España cuenta hoy con una pléyade de ellos. Y sin lugar a dudas, Eduardo Naranjo figura por méritos propios, entre sus más cualificados y reconocidos exponentes.

He de confesar que cuando se me invitó a escribir estas líneas, una especie de click hizo que la primera idea en acudir a mi cabeza tal que un resorte, fuera la evocación del título de la historia novelada por Rafael García Serrano “Cuando los dioses nacían en Extremadura”, que leí siendo apenas adolescente. El motivo, “escondido” en el subconsciente, probablemente haya que buscarlo en la predilección que siento por la pintura de Naranjo. Y aunque aparentemente, no exista una relación directa entre la glosa de la gesta de Hernán Cortés y la obra de nuestro pintor, sí es posible establecer una conexión “telúrica”, que trascendiendo espacio y tiempo, emparente a ambos genios. Porque la genialidad va mutando escenarios (antaño, militar; ora, artístico), pero es genialidad al cabo, y los genios, genios son. Y la aguerrida tierra extremeña continúa “pariéndolos” en todo momento histórico, a mayor gloria de España, con alcance y magnitud universales. Sí; la obra de Eduardo Naranjo atestigua que aún siguen naciendo “dioses” en Extremadura…  

Mi antepasado el poeta Juan Meléndez-Valdés, otro genial extremeño, lo dejó escrito hace más de dos siglos: “¡Oh, divina pintura, ilusión grata de los ojos y el alma!”.

¡Va por usted, Don Eduardo Naranjo!

Rafael Meléndez-Valdés Prados

Presidente de Posmodernia     

CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN

Top