Parot y Cucufate

Henry Parot fue (o es) un asesino norteafricano de filiación nazi (82 muertes conocidas y sentenciadas) que, a través de su relación sentimental con “Txumín”, el Pablo Iglesias de las sacristías vasco-punitivas de entonces, se incorporó a matar en nombre de ETA. Detenido en 1990, se le condenó a 4.800 años de cárcel. Las nueces para Arzallus.

Dada la convergencia de traiciones de lesa-dignidad de las fuerzas políticas, jurídicas y legislativas que pastorean España desde 1975, el Código Penal se había reformado para impedir que ningún asesino cumpliese íntegra su condena. Todo lo más veintitantos años de reclusión y a su casa. Eso sí, con cuantas reducciones de pena se pudiesen acumular: jaculatorias, trabajos manuales, estudios de jardinería, psicoterapia reinsertiva por la urra o vis-a-vis, etc. Total, que con redención por buena conducta, cualquier Parot podía estar en casa a los 10 o 15 años. ¡El ridículo del Estado de Derecho!

Un poco a la desesperada, ante la próxima impunidad del tal Parot que ya se avecinaba, en capilla para ser excarcelado (que no fusilado o abatido, como sin duda hubiera ocurrido bajo cualquier Imperio de la Ley) por su conducta ejemplar entre barrotes, hubo entonces una tímida reacción de sentido común y respeto por los restos de Justicia que pudieran quedar, y esto hizo que se definiera y se aplicara una muy modesta DOCTRINA PAROT. Consistía en algo tan de cajón de madera de pino como aplicar los beneficios penitenciarios a la totalidad de la condena y no al arbitrario e injusto listón de encarcelamiento máximo impuesto por capricho onanista de los parásitos de la Patria. ¡Para redimir 4.800 años tendría que haber empedrado la Vía Láctea 200 veces sin mediar ningún Año Jacobeo!

Pero mira tú por donde, una cosa de tan pequeña dimensión se tornó obstáculo mayor para un propósito de la mayor infamia: LA RENDICION INCONDICIONAL DE ESPAÑA ANTE ETA. Este Macro-Proyecto, compartido con distintos matices por los cuatro últimos Presidentes de Gobierno (González, Aznar, Zapatero y Rajoy), que a día de hoy me sigue pareciendo repugnante, se resume en muy poca chicha: España me la suda, la corrupción ha de ser pacífica, deja de matar y lo tienes todo ganado. ¡Tú me pones la varita primero! ¡Jadea y sonríe! ¡Los asesinos con mamá! Pero la Doctrina Parot estorbaba. Una china corina.

En ayuda inestimable de estos acuerdos y pactos consumados, vino entonces el inefable, prescindible y esperpéntico Tribunal de Estrasburgo (¿Por cierto Macron, cuando le devuelves Alsacia a Alemania?). Con motivo de un recurso de una etarresa-asesinesa, se le antojó dictaminar que el Punto G estaba en Pucela y que hacerse unos deditos mejoraba mucho la salud dental por el bien de la Justicia. ¡Y fue el desiderátum! Una algarabía (celebración de moros sobre infieles) que amenaza con no acabarse nunca.

En 48 horas, todos los Cucufates de nuestra Nación (grifos, vampiros y monarcas alados, momias y presidentes, togados y monipodios, oficios y adelantados, íncubos y súcubos, ratas y sabandijas, cornetines y alguaciles, plumillas y tiralevitas) se unieron al aquelarre. Cuanto asesino hubiera, ya fuera terrorista, etarra, violador o ángel de exterminio: ¡A la calle! ¡Indultado! ¡Re-insertado! ¡Rehabilitado! ¡Bienvenidos, Hombres de Paz! ¡Vuestras víctimas se lo merecían y vosotros traíais la daga asesina de la bondad! ¡Contra más cadáveres tengas detrás, más grande eres!

Así ha sido y está siendo. Pero que nadie cargue contra Estrasburgo. Su estúpida resolución no obligaba a nada de cuanto aquí, dolosa y criminalmente, se ha perpetrado. Su ámbito de aplicación se limitaba a un caso. Nunca pretendió sentar ni abolir doctrina alguna. Era un mero brindis al sol de los que suele. Sus consecuencias, inventadas por nosotros, jaleadas al absurdo, ficticias y bastardas, son exclusivamente fruto de cosecha autóctona e interesada. Nuestros méritos son nuestros. Suficientes para abandonar esta “Medusa”.

Me voy a tomar unos “txiquitos” con Idoia “la tigresa” (¡que ojos dios mío, toda una mantis!) y con el violador de LA PAZ (hospital que antes se llamaba ascensor), otro símbolo del advenimiento de la “sharia” (con paletó y tirabuzones).

¡Ah! Se ha abierto una Oficina de Reclamaciones en Sant Cugat del Valles. Todos los Cucufates atienden allí. El Código de Barras empieza por 15.

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