Nueva Zelanda y España, en las Antípodas del Mundo Global

Nueva Zelanda y España, en las Antípodas del Mundo Global. Duzan Ávila

 

El pasado 17 de mayo el Ministro de Economía neozelandés Stuart Nash anunciaba un “reinicio” en la política migratoria de Nueva Zelanda. Sí, “Reset”, ha leído usted bien. Según sus palabras, la nueva estrategia del gobierno, que lidera la muy publicitada Jacinda Arden y quien cuenta con mayoría parlamentaria absoluta buscará el fomento de una “emigración calificada”, pero, sobre todo, “una emigración con posibilidades para “invertir” en el país. 

Esta noticia, sospechosamente anunciada por el ministro de Economía (Hombre Blanco anglosajón) y no por el ministro de Emigración Kris Faafoi (de origen ‘étnico’, un emigrante él mismo) irrumpió como una tromba en el generalmente muy aburrido panorama informativo neozelandés. Su repercusión mediática local se producía al mismo tiempo que corrían otros hechos que, al menos para mí, en mi condición de hispanoamericano, tenían la mayor importancia. Me refiero a la invasión de miles de emigrantes provenientes de Marruecos a las ciudades de Ceuta y Melilla, en España, justo al otro lado del mundo de donde me encuentro. Ambos hechos, a pesar de producirse a la mayor distancia posible el uno del otro (literal), presentan ciertas conexiones, de tercer grado diríamos, que me parece interesante resaltar. 

Por “conexiones” no nos referimos aquí a vínculos de tipo geopolíticos, como el que muchos analistas han establecido entre la invasión a Ceuta y los enfrentamientos en Gaza entre israelíes y el grupo terrorista Hamás, por ejemplo. Más bien aludimos a un tipo de relaciones (de tercer grado diríamos) entre un tipo de fenómenos (migratorios en ambos casos) y algunos de los actores implicados en la resolución de estos. En este sentido, nos referimos particularmente a las similitudes filoglobalistas que tienen ambos gobiernos, y al contraste en sus políticas de cara a confrontar fenómenos en cierta medida similares.

El análisis de estos factores podría ilustrar un fenómeno que muchas veces se pasa por alto entre quienes se enfrentan al así denominado como “Globalismo” entendido como totalidad, o a sus múltiples ramificaciones ideológicas acompañantes. Concretamente nos referimos a las reducciones o simplificaciones en las que a veces incurren quienes analizan este fenómeno, que en sí mismo es muy complejo y plural. De tal manera, a veces se suelen incurrir en lisologismos (simplificaciones) que intentan homologar acciones políticas tomadas en circunstancias distintas, por el mero hecho de enmarcarse en autoproclamados gobiernos “progresistas”. Con estas preconcepciones muchas veces se pasa por alto que las acciones políticas han de responder a la conservación de los Estados, y que por muy progresistas que se crean los gobernantes de un país, habrá siempre un marco de realidad socioeconómica, cultural e histórica que condicionará sus delirios o sus certezas, por muy Globales que estos sean.   

Con esto, no pretendemos negar la existencia de una ideología que podríamos catalogar como globalista, ni discutir el alcance ni la capacidad destructiva que esta presenta. Tampoco buscamos deslegitimar a quienes la combaten, entre los que me incluyo yo mismo. Por el contrario, es precisamente porque en la lucha de las Naciones y los Patriotas contra estos agentes disolventes de los Estados, no conocer al enemigo es, como ya nos advierte Zun Tzu en “El arte de la Guerra” (siglo XVIII A.C), arriesgarnos a perder cada batalla. 

Dicho todo esto, el amigo lector se preguntará entonces cómo creo que se conectan las recientes medidas en temas de emigración en NZ y la invasión por emigrantes de dos ciudades al otro lado del planeta. Bueno, pues porque precisamente ambos hechos ocurren bajo gobiernos que se autodenominan defensores a ultranza de todas las agendas Globales y cuyos líderes se reconocen mutuamente de maneras, lo menos curiosas. 

Sin adentrarnos demasiado en las políticas de uno y otro gobierno, lo cierto es que desde su llegada al poder el partido de los “trabajadores” (Labour) no ha hecho más que impulsar todas las agendas “inclusivas” de turno, al tiempo que busca encausar al país en las zendas que el bueno de Klaus Schwab nos propone para “no tener nada y ser felices” de aquí a 2030. Quien quiera ahondar al respecto no tiene más que revisar el presupuesto recién aprobado para este año en Nueva Zelanda, y ver la lista de ítemswoke” que se defiende en los mismos. 

Lo que la prensa española e internacional nos cuenta del Sánchez de la Moncloa marcha al parecer por la misma senda. Con un recién anunciado plan de país para 2050 (si es que se llega allá siendo “un” país) que entre otras perlas nos anuncia los beneficios de viajar en tren y de no comer tanta carne animal, Sánchez quiere que se le tenga entre los preclaros visionarios que en el siglo XXI reinició el planeta y ayudó a retomar la senda del “progreso” a la Humanidad. 

En ambos casos, los planes y programas de antaño, que se supone las naciones han de tener si quieren serlo en cuanto tal, han sido sustituidos por verdaderas estrategias publicitarias que más parecen estar buscando inversores; que, reclutando ciudadanos nacionales dispuestos a defender la posición de su país con la fuerza de las armas si fuera necesario. Aun así, incluso cuando estas acciones parecieran verse impulsadas por los buenos vientos de las Turbinas Eólicas, y contar con la bendición de Santa Greta de los vitrales fotovoltaicos, la defensa de Opal Tometi and Cía, y por supuesto con la cartera infinita de George Soros; todas estas “agendas” tienen que tomar cuerpo en la realidad material. O sea, asentarse en políticas reales que respondan (al menos todavía) a las características propias de cada Estado Nación. Es aquí precisamente dónde, como se dice en mi tierra, “la mona no carga al hijo”.

Bajo estas premisas es que Ceuta y Melilla resultan bastante menos parecidas a Auckland y Hamilton de lo que quisieran los globalistas. Para estas “tozudas” (que diría el camarada Lenin) “realidades históricas”, con sus insalvables diferencias, quienes pretenden “cambiarlo todo para que todo permanezca igual”, no tienen respuestas claras, de aquí que, las más de las veces, ni siquiera se les mencione. 

En estas distancias geográfico-culturales, tenidas por “aspectos menores” por estos pseudoideólogos del mundo postnacional, es donde se encuentran los obstáculos para la imposición hegemónica de todas estas ideologías y sus respectivas políticas basura. El ejemplo está precisamente en los recientes acontecimientos noticiosos que hemos mencionado al principio. 

En este sentido, por todos es conocido que la emigración descontrolada, (migracionismo) constituye uno de los cinco troyanos del “apocalipsis según Bill Gate”. Este, junto al resto de los ismosdisolventes (Feminismos, Ecologismos, LGBT+ismos e Indigenísmos/Identitarismos) conformarían las verdaderas condiciones sine qua non del evangelio de DAVOS y de la Agenda 2030. Su objetivo, no es otro que convencer a la “población mundial” de que un mundo mejor (y menos poblado) es, no sólo posible, sino muy necesario. En su conjunto, estas ideologías tienen la misión de eliminar el último y mayor de los escollos que todavía tienen las transnacionales en su objetivo de suprimir toda legislación particular que no responda a sus intereses financiero/mercantiles. Nos referimos a la soberanía de los estados nacionales. 

A fin de resolver este problema, habría que dinamitar todas las legislaciones y normativas vigentes. Desde las leyes políticas, biológicas, comerciales y hasta la mismísima ley de gravitación universal, si se diera el caso que continúa persistiendo en su inamovilidad.  Todas estas, pasarían a ser dictadas por el corpus legislativo de la Gran Empresa Mundial SA. 

Sin embargo, cuando toda esta basura ideológica intenta aterrizar en la real politik,resulta que estos “Estados”, y sus intereses nacionales frente a terceros, continúan teniendo la misma persistente actualidad hoy, que hace 500 o 1000 años según se mire. Es así como vemos que por mucho que la afable Jacinda Arden valore y alabe la “política social del presidente español” y le haga guiños en cenas millonarias en New York organizadas por la Open Society (quien si no); a la hora de cumplir con las agendas supuestamente “comúnes”, la anglo-protestante isla del Pacífico tiene que adaptarse a su particular situación. 

En este punto, hay que decir que la posición de NZ es infinitamente más cómoda y ventajosa que la de su antípoda geográfica. Aoateroa (como ahora le gusta llamársele a Nueva Zelanda en lengua progre), estaría a la vanguardia de las estrategias Globales. España, por su parte, y muy a pesar de Sánchez, marcha a la saga.  Si el Doctor de la Moncloa continúa con la política de “brazos abiertos”, al parecer es porque las noticias demoran en llegar al otro lado del Globo. Alguien tendría que avisarle que el mundo está más cerca de convertirse en el mundo de las regiones a lo Xi/Putin, que el de la Alianza de Civilizaciones de su padre putativo, el célebre José Luis Rodríguez Zapatero. 

Su correligionaria al otro lado del mundo parece que está más al tanto de esto. Ello se debe quizá a su cercanía con el Dragón del Centro y ese pragmatismo histórico que parecieran tener los territorios de la anglosfera, del cual se carece muchas veces (por suerte) en su contraparte hispánica. Esta sería la razón, y no otra, de que hayamos asistido en los últimos días a un “donde dije digo”, en materia migratoria durante la campaña electoral (team 5 millons que nos decía Arden), a un muy nacionalista y nada y fraternal “Diego” que frena en seco la emigración. O, para ser exactos, la emigración económicamente insolvente.  

En este sentido, no hay nada nuevo bajo el sol, la geopolítica internacional y la idiosincrasia anglosajona pura y dura, son los resortes reales que mueve a Jacinda Arden en tanto líder de un país de estas características. Y podrán decir lo que digan las terminales mediáticas acerca de esta mujer, sobre la cual bastaría una breve búsqueda en la web para hacernos una imagen de ella que rozaría a la de Madre Teresa de Calcuta. Cuando en la realidad, si a alguna Teresa se nos parece Arden, sería a una Teresa May con poses de Michelle Obama. 

Al otro lado del Globo, en el planeta Sánchez, estas fuerzas gravitatorias parecieran que ya existen. Mientras en las antípodas se dice basta a la entrada de mano de obra barata, incluso cuando aquí jamás fue una emigración descontrolada sino todo lo contrario; en la Moncloa siguen esperando porque Rabat “reinicie” su política exterior en función de proteger las fronteras españolas. Lo cual, si bien se mira, y a riesgo de sonar excesivo, no es una tan mala noticia para los españoles.  Que la Moncloa marche a la saga de las estrategias mundiales podría ser hasta beneficioso para sus nacionales, pues aún les daría margen de maniobra. Ello sería evidencia además de que por mucho rédito político que pareciera otorgar la postura progre, cuando te invaden tus fronteras Santiago Abascal e Iñigo Errejón coinciden (aun sin reconocerlo) en que el Gobierno tiene que actuar con contundencia.  

De esta manera, en las antípodas españolas (donde resido), el Gobierno neozelandés estaría otra vez un paso delante de la península. Lo que se estaría haciendo por acá es nada más y nada menos que, y escuchad bien, convertir su política migratoria (dizque progresista), en una estrategia de Estado a largo plazo. O sea, más menos lo que siempre se ha hecho, lo normal. 

Aun así, Arden y su equipo nos quieren hacer ver que han decidido “ser realistas” y “soñar lo imposible” en materia de emigración. Con ello, lo que en realidad estarían buscando es implementar un tipo de realidad política, que realizaría algunos de los sueños húmedos de mayor mesianismo de estos utopistas globales. En esta línea, y según las palabras del propio gobierno, el ‘reinicio’ de su política migratoria busca incentivar entre los empresarios, el uso de “la tecnología y la innovación” como la vía para“sustituir el déficit que pueda haber en materia de fuerza laboral poco calificada”. Nueva Zelanda estaría así dando los primeros pasos en la robotización de su sociedad, para convertirla en el paradigma de un paraíso sin gente. O sea, sin pobres consumidores voraces que, como también dice Sánchez, “cambian el móvil la mitad de las veces, cuando el viejo aun funciona”. 

En los delirios del grupete global que gobierna en Wellington, es más que suficiente la población actual de un país que en realidad está despoblado. Aquí, se atende a lo que también nos aconseja el “sabio” y Sirde la casa real, David Frederick Attenborough, quien cree que los seres humanos somos el problema del planeta y no su solución, así que mientras menos seamos pues mejor será para sus danzantes Aves del Paraíso y su industria del documental con sede en Netflix.

Pero la realidad es la que es ‘amigues’, y no puede opacarse por más propaganda que se vuelque sobre ella. A todos estos delirios Hartvarteanos le han salido al paso algunos negacionistas “denyers”, para asombro de la progresía local. Ha resultado que no todos sus coetáneos comparten el entusiasmo orgiástico de la Jacinda, ni sus esperanzas de futuro limpio, pulcro próspero, saludable y sin pobres que nos propone. De las muchas muestras de rechazo a estos proyectos, dos me han resultado contundentes por su claridad pristísima y anclaje a lo real. 

La primera, es la respuesta dada por Simon Wallace, presidente de la asociación neozelandesa de cuidado de los adultos mayores, quien con datos en las manos, evidencia el déficit en trabajadores de la salud para el cuidado de los miembros (y miembras) de la tercera edad que tiene el país. Estas plazas, tradicionalmente cubiertas por emigrantes, están en riesgo de no ser ocupadas si el Gobierno avanza con sus planes. En pocas palabras, lo que nos dice Wallace, por mucho que nos resulte contundente, es que los Kiwis podrían llegar a la vejez, y no tener quien les limpie el culo. Claro, aquí habría que señalar que no es del todo cierto que el Gobierno no haya tenido esto en cuenta, pues a su favor hay que decir que recientemente nos ha aprobado, mediante referéndum público y democrático, una muy moderna y humanitaria ley de Eutanasia que ayudará a cualquiera que no quiera extender sus días hasta el punto en que no pueda hacer uso del papel higiénico.  

La segunda respuesta ha venido de una joven emprendedora, dueña de dos restaurantes pequeños, quien en carta pública a la primer ministro, gentilmente le explica que “hay oficios que los robots no podrán cumplir jamás”. Entre estas se incluye el de “cocinar recetas familiares que pasan de generación en generación, de manos a manos, y que solo se aprenden con amor y dedicación al oficio”. Básicamente, Chand Sahrawat autora de la misiva le explica a Arden y su ministro de economía, que ellos no tienen ni la mínima idea de qué significa emplear trabajadores que llegan a formar parte, con el tiempo, de núcleos cuasi familiares en negocios que distan de ser empresas de explotación de las masas.  

 Ahora bien, qué tiene que ver esto con Ceuta y Melilla, se preguntarían algunos. ¿Es todo esto parte de la agenda global? Y si es así, ¿cómo se explica el hecho que a ambos lados de este mismo “globo”, dos países regidos por sendos partidos supuestamente obreros (para más inri), ante un mismo arcano globalista actúen de maneras tan distintas? 

La respuesta ‘compañeres’ es porque el supuesto “Globo”, como unidad atributiva armónica, no lo es tal y lo que tenemos es, ni más ni menos, que el mismo mundo de antes. Aquí, clases sociales, países e imperios compiten por recursos y territorios escasos. Así ha sido, y será, por toda la vida de Dios, “hasta que nos invadan los extraterrestres”, como dijera Gustavo Bueno alguna vez.  Esta es la verdad señor@s, es la que a veces se ignora cuando se tocan estos temas. Los ruidos que dejan las pugnas entre globalistas y patriotas, cuando no entre “fascistas y comunistas”, según a qué lado del espectro se mire, opacan la evolución efectiva de las políticas nacionales. La realidad de los hechos nos muestra que mientras estas dialécticas se producen, la política real, que no es más que economía política y geopolítica a un tiempo, tiene lugar al margen de todo ello. 

Cuando Pedro Sánchez cree estar a la cabeza de algún proyecto futuro, al que en su delirio sin fronteras pretende llevar a España y a los españoles, de lo que no se percata es que este proyecto socioeconómico, político y cultural llamado Agenda 2030, 2050 o como quiera llamársele; no es más que un proyecto germánico y anglosajón, y que está hecho a la medida de estas sociedades. Una sociedad Católica como la española, heredera de un imperio como el español, no tiene más lugar en este nuevo ordenamiento (que a lo sumo será occidental, no mundial ni global) que el de un lugar a la saga de las esferas que lo han generado. 

De la misma manera que algunas élites, al margen de la opinión de sus pueblos, han decidido que Nueva Zelanda sea algo así como la Suiza del Pacífico. Una tierra de bunkers, bancos y playas semi vacías para millonarios tecnológicos; a España le tocaría en esa supuesta división internacional del trabajo, la posición de mero parque temático para turistas chinos, rusos alemanes y británicos, que irían a ver Gitanas, comer paellas y comprar souvenirs al Prado. 

Es aquí donde radica la madre del cordero, el núcleo real del así denominado “Nuevo Orden Mundial”, que no es más que un hombre de paja político, un tigre de papel mediático con el que nos asustan financieros trasnochados y Billonarios excéntricos. Por mucho que exista una ideología que se dice y se plantea como globalista, cuestión que no negamos, otra cosa es la posibilidad empírica que esta tenga de imponerse en la realidad histórica. Lo cual tampoco dice que no exista la posibilidad de que se intente efectivamente, con las consecuencias nefastas que este experimento acarrearía, y que de hecho viene acarreando en la actualidad. 

Cuando se habla de la “pérdida de soberanía de los estados”, eso que se pierde no va a tener a los escritorios dieciochescos de masones o illuminátis delirantes. La soberanía perdida, siempre es soberanía cedida a alguno de los ejes dialécticos que, según Gustavo Bueno poniendo de revés a Marx, mueven la historia. Esto es, a Clases, Países o a Imperios. En este caso, la tesis de muchos antiglobalistas es que las soberanías nacionales corren el riesgo de irse a parar a manos de entidades supranacionales (globales). Estas a su vez, estarían al servicio de alguna especie de “clase” plutocrática internacional, que ya detenta el control de los medios de producción y de los mecanismos de financiarización de esos mismos medios. Algo de cierto podría haber en ello, pero no en las proporciones en las que se suele encuadrar este panorama, pues el resto de las dialécticas (entre países e imperios) así lo impiden. Muestra de ello es precisamente las respuestas tanto en España como en sus antípoda a la cuestión migratoria, donde prima la realidad política por encima de cualquiera de otra naturaleza.  

En mi opinión, todos estos “resets” no son más que la enésima reinvención del capitalismo en su marcha sobre la historia. Si algún peligro entraña, no estaría tanto en el futuro que nos deparan, como en el presente que nos esconden. Como sabe todo mago de feria, el truco no es que el público no vea, sino que dirija la mirada a donde se quiere que lo haga. De la misma manera los líderes Mundiales de esta ideología Baizuo (neologismo chino para denominar el progresismo occidental) intenten avanzar sus agendas haciéndonos ver hacia otro lado. 

En el caso de Nueva Zelanda, la mirada de las masas se lleva al futuro (luminoso o climático/apocalíptico según se quiera). En España, por lo visto, las distracciones están en su pasado negrolegendario las más de las veces. Sin embargo, si miramos en ambos casos, las acciones materiales siempre responden al presente en marcha, y están cortadas a la medida de intereses político-económicos tanto personales como grupales, pero de tintes nacionales, no mundiales. 

Todas esas jóvenes promesas, salidos en su mayoría de las mejores universidades anglosajonas o de las canteras de las trasnacionales bancarias, financieras y tecnológicas (Barack Obama, Justin Trudeau, Emanuel Macron, Pedro Sánchez, la propia Jacinda Arden, entre muchos otros); no son más que personajes de un reparto fijado para entretener al personal. Por mucho y que, para ello, cuenten con un ejército de confiables “reliables” políticos, cabilderos, inversionistas, medios de comunicación de alcance internacional, gigantes tecnológicos y ONGs; todos prestos a salirle al paso a cualquiera que les plante cara. Comprender esta verdad es esencial para quienes, a ambos lados del planeta, nos oponemos a los sinsentidos hegemónicos que estas clases, aterrizadas en naciones e imperios concretos, intentan imponernos en función de sus intereses. Develar sus puestas en escena, es el primer paso para terminarles el espectáculo y acaso empezar a ocuparnos de lo mucho que está pasando a nuestro al rededor.   

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