Metapolítica del hispanismo

El término Metapolítica es antiguo: empezó a ser utilizado en el siglo XVIII para referirse a la filosofía política, como análogo a la Metafísica respecto a la física o a las ciencias naturales en general. Desde finales del siglo XX diversos autores, como Gustavo Bueno, Alberto Buela, Alain de Benoist o Sergio Panuccio, han vuelto a utilizarlo. Metapolítica significa por un lado el conjunto de ideas sobre el ser humano, la sociedad, la historia y el tiempo que subyacen en toda teoría política, y a la vez las estrategias que hacen posible la difusión de estas ideas en el cuerpo social, como condición previa a una posterior acción política.

Al intentar elaborar una metapolítica del Hispanismo nos encontraremos con una serie de ideas de carácter general, que pueden tener una validez universal (que el Hispanismo puede compartir con el Eurasianismo, por ejemplo), y con la concreción de estas ideas en un marco concreto espacio-temporal: el solar Hispano o Patria Hispana, y su historia particular que condiciona su presente y su futuro.

Muchos de los elementos de la metapolítica del Hispanismo ya han sido de alguna manera desarrollados en otros artículos. Ahora vamos a intentar darles forma y estructurarlos.

EL DASEIN COMO SUJETO POLÍTICO

Tal como hemos sostenido en otras ocasiones, el sujeto de la Cuarta Teoría Política es el dasein heideggeriano, es decir, el ser humano entendido como ser-ahí. Vamos a resumir las cuatro características de este dasein como fundamentales para su adopción como sujeto:

El dasein como ser-en-el-tiempo, y por tanto sujeto de la historia y la tradición.

El dasein como ser-en-el-mundo, y por tanto sujeto del arraigo.

El dasein como ser-con-los-otros, y por tanto sujeto de la comunidad

El dasein como ser-para-la-muerte, y por tanto sujeto de la finitud, lo que abre la puerta a la experiencia religiosa.

Ser-en-el-tiempo

Para Heidegger la temporalidad y la mundaneidad del dasein no son datos exteriores, sino que forman parte de su estructura como existencia. Cuando decimos que el dasein “está en el tiempo” no lo hacemos en el mismo sentido que cuando decimos que “el agua está en el vaso”. El agua, fuera del vaso, sigue siendo agua; el dasein no puede estar fuera del tiempo, pues ya no sería dasein. La temporalidad forma parte de la estructura del dasein pues este no es una realidad acabada y conclusa; no es una “cosa”, sino un existente que se va haciendo en el tiempo.

Como el dasein “va siendo”, lo que es ahora está influenciado por lo que ha sido. Lo que “ha sido” es la historia, y la parte de lo que “ha sido” que aun “está siendo” es la tradición. El dasein, por tanto, está inserto en la historia y es heredero de una tradición.

Ser-en-el-mundo

De la misma manera que el dasein no puede existir fuera del tiempo, tampoco puede existir fuera del mundo. El mundo no es solamente el conjunto de objetos, sino que es lo que da sentido a este conjunto de objetos. No hay que explicar el mundo por los objetos, sino los objetos por el mundo. Una parte fundamental del “mundo del dasein” es la Tierra sobre la que habita. En esta tierra hunde sus raíces el dasein, pues en ella se reúnen la historia de los que vivieron antes en ella, y es en esta tierra donde están enterrados estos antepasados que vivieron en ella, lo cual conecta al dasein con su realidad profunda de ser-para-la-muerte.

Ser-con-los-otros

El dasein, en tanto ser-en-el-mundo es también ser-con-los-otros, pues los otros dasein también forman parte del mundo. El ser-con-los-otros no es una propiedad añadida, sino que forma parte también de la estructura existencial del propio dasein. El ser-con-los-otros implica un ser-en-común, es decir, la comunidad.

Ser-para-la-muerte

Es, sin duda, el existencial más importante que caracteriza al Dasein. La radical finitud del ser humano no es un accidente, sino que forma parte de su esencia más íntima. Frente a la máquina o al cyborn el ser humano es mortal, y, de no serlo, ya no sería humano. La gran promesa de la tecnología más puntera, la biotecnología, es la inmortalidad, lo cual, suponiendo que será posible, significa la deshumanización.

La conciencia del Ser-para-la-muerte está en la base de toda fenomenología religiosa. Esto no significa que esta conciencia lleve forzosamente a la religión. Sobre este punto Heidegger guarda silencio, pues considera que es un problema ajeno a la filosofía. Pero si que es cierto lo contrario: toda manifestación religiosa, del tipo que sea, parte de la conciencia de Ser-para-la-muerte. En el estudio de la evolución humana se consideran humanos a nuestros antepasados que empezaron a enterrar a los muertos y a realizar ritos funerarios. Los animales, encerrados en un eterno presente, no tienen conciencia de su mortalidad.

La posición ante el existencial Ser-para-la-muerte marca la diferencia entre las dos formas de existir del Dasein: la inauténtica y la auténtica. El Dasein, en su existencia inauténtica se pierde en el cuidado de los objetos del mundo, se considera a si mismo como algo acabado, concluso y cosificado (“Yo soy una cosa que piensa” escribió Descartes), acepta la tiranía del impersonal (el Das Man): se dice, se piensa….y, sobretodo, rehúye enfrentarse a su condición de mortal. No niega el hecho de la muerte, pero la ve como un accidente enojoso, y considera de “mal gusto” hablar de ella o pensar en ella.

El Dasein auténtico asume completamente su finitud. A través de la angustia (que Heidegger distingue del miedo) y del llamamiento de su propia conciencia a ser si mismo, se ha liberado de la tiranía del Das Man, de la cosificación y del vivir perdido entre el cuidado de los objetos. El Dasein auténtico es siempre una conquista a la que se llega por la superación del vivir cotidiano. No es un estado definitivo, pues nada en el Dasein es definitivo, a excepción de la muerte.

Dasein individual y colectivo

No existe una frontera definida entre el Dasein individual y colectivo, pues hemos visto que uno de los existenciales de Dasein es ser-con-los-otros, es decir, la comunidad. Pero la comunidad de los dasein también puede ser autentica o inauténtica.

En su Lógica Heidegger[1] se pregunta:

¿Quiénes somos nosotros mismos?

Y responde:

El ser nosotros mismos es el Pueblo

Las comunidades humanas caen en lo inauténtico cuando olvidan su pasado y sus tradiciones, cuando asumen falsas identidades inventadas (nacionalismos fraccionarios) o cuando se sumergen en el mundialismo, reniegan de su tierra y se convierten en nómadas.

Las comunidades humanas entran en la autenticidad cuando reconocen y hacen suyos los cuatro existenciales que caracterizan al Dasein. Cuando habitan una tierra (la Patria, o tierra de los padres), cuando se sienten herederas de una historia y de unas tradiciones, cuando viven en comunidad no solamente con sus contemporáneos, sino también con las generaciones pasadas, cuando su conciencia de ser-para-la-muerte les lleva a la manifestación colectiva de la fenomenología religiosa.

Cuando ocurre eso una comunidad es un Pueblo. El Pueblo tiene poco que ver con la biología y con las razas. La biología humana unifica a todos los humanos en una única especia biológica, el Homo sapiens. La Historia, que es campo de acción del Dasein ha generado civilizaciones, culturas y pueblos, en lo que algunos han llamado psedoespeciación cultural.

De la misma manera que el estado de autenticidad del Dasein personal no es un estado permanente, sino que siempre está presente la amenaza de la caída en lo inauténtico y cotidiano, lo mismo ocurre en el Dasein colectivo. Un Pueblo puede olvidar su historia y su identidad, fraccionarse en falsas identidades o sumergirse en lo global y convertirse en nómada, sin Patria. Pero de la misma manera puede volver a recuperar su identidad y rechazar el “impersonal”.

CONSECUENCIAS METAPOLÍTICAS

De todo lo dicho hasta ahora nos puede dar la sensación que corresponde a un discurso metafísico muy alejado de la realidad política. Sin embargo no es así, y veremos algunas de las consecuencias de tomar la Dasein como sujeto de la CTP, y, en el ámbito hispánico, del Hispanismo.

En primer lugar veamos el hecho de no separación entre el Dasein individual y el colectivo. Desde el momento que el Dasein, como ser-en-el-mundo es ser-con-los-otros, cualquier planteamiento individualista de la política queda excluido. El individuo liberal es una abstracción, no existe en realidad. El ser humano como Dasein solo puede ser humano viviendo en comunidad, una comunidad que le precede, que hace posible su existencia, y que le sobrevivirá cuando muera. El ser-con-los-otros no implica solamente a los contemporáneos, sino también a los antepasados y a los descendientes. El Dasein no solamente está enraizado en su comunidad, sino en la historia que ha hecho que esta comunidad sea como es (identidad).

Pero esta identidad no hay que entenderla como algo concluso, cerrado y cosificado. En el caso hispano esta sería la posición del “casticismo”. “España y los españoles somos así, no hay nada que hacer ni nunca vamos a cambiar”. El Dasein es existencia, proceso, drama. El Dasein se hace a si mismo y hace la historia. Aunque el Dasein colectivo hispánico haya caído en la inautenticidad, (falsas identidades fraccionarias, o nomadismo sin patria, o ambas a la vez) puede volver a recuperar la autenticidad, volver a ser “sí mismo”, recuperar su historia, volver al origen para reescribir el futuro. Puede también superar sus defectos históricos.

Todo ello es tarea política, pero con fundamente metapolítico.

La primera tarea metapolítica del Hispanismo es impugnar el concepto “progresista” del tiempo. No hay ninguna evidencia de progreso global. El concepto de progreso depende de lo que consideremos como bueno y deseable, el objetivo hacia el cual se “progresa”. Solo podemos constatar “progreso” dentro de ámbitos muy específicos de la actividad humana: en el “arte” de matar, las armas de fuego son un “progreso” respecto a la espada, y la bomba atómica un “progreso” respecto a las armas de fuego.

En el terreno sociopolítico lo que se considera “progresista” varía continuamente. En la década de los setenta, cuando el marxismo y el socialismo estaban de moda, era “progresista” preferir lo público a lo privado (escuela pública/privada, sanidad pública/privada). Hoy día, con la victoria moral del neoliberalismo, lo “público” se asocia a ineficiente, lento, burocrático, corporativista y funcionarial, y es “progresista” lo privado, pues se considera que responde a los valores de “emprendedor”, individualista, del que acepta retos y se arriesga. El énfasis en la defensa del trabajador ha pasado al énfasis en la defensa del consumidor.

El tiempo no es lineal, ni actúa sobre los procesos históricos ni sobre los seres humanos. Es el ser humano, el Dasein, el que hace la historia y el que determina el tiempo. No hay nada prefijado en el futuro, pues este va a ser construido por nuestra actividad, por nuestro estar-en-el-mundo.

Pero el ser-en-el-tiempo que caracteriza al Dasein tiene otras consecuencias. El no tener una esencia fijada de antemano hace que la construcción del futuro desde el presente necesite forzosamente al pasado, o, al menos, de aquello del pasado que no ha pasado sino que sigue viviendo en nosotros, es decir, de la tradición. La identidad colectiva del Dasein, es decir, la identidad de un Pueblo, nace de esta triada de elementos: lo que recibe del pasado, el presente en el que se encuentra y el futuro que va a ser construido.

De la misma manera que el Dasein personal pasa de la inautenticidad a la autenticidad por una decisión, el Dasein colectivo también toma en un momento dado una decisión que le lleva a ser lo que realmente es. Cuando los musulmanes invadieron el reino Visigodo muchos nobles se sometieron, se convirtieron al Islam y confraternizaron con los invasores. Pero en las montañas de Asturias y en los Pirineos navarros, aragoneses y catalanes grupos de visigodos y de hispanorromanos decidieron resistir y no renunciar a su fe cristiana y a su civilización. Allí nace la Hispanidad y se forja una nueva identidad: ya no hay visigodos, hispanorromanos, astures o cántabros: hay cristianos hispanos.

Cuando Napoleón invadió España muchos españoles se sometieron, algunos por comodidad, otros por simpatizar con los ideales de la Revolución Francesa, de las que Napoleón era portador. Pero muchos otros, especialmente los sectores más humildes de la sociedad, decidieron resistir, pues veían en los franceses no solamente un invasor territorial, sino un enemigo ideológico que venía a subvertir sus creencias más íntimas, su fe en la monarquía (a pesar de la traición del Rey) y en el catolicismo, en suma, su identidad.

La decisión es, pues, una pieza fundamental en la autenticidad del Dasein y lo lleva al estado del resuelto, a través del cual el Dasein se sitúa en el ámbito de la historia[2]. Hay pues un evidente paralelo entre la decisión del Dasein personal de ser “sí mismo” y la decisión del Dasein colectivo. Así nos lo describe Heidegger:

La decisión libera al Yo para ser si mismo[3]

El Nosotros queda determinado en la decisión. El Nosotros es más que la suma. Él es según como nosotros nos decidamos, suponiendo que nos decidamos. En el instante de este entender sucede también la decisión acerca de nuestro ser nosotros mismos: nosotros somos el pueblo[4].

Los dos momentos clave en la historia de la Hispanidad a los que antes nos referíamos, quedan perfectamente retratados en estas frases de Heidegger, cuando es evidente que no las escribió pensando en España. El Nosotros de la resistencia a los musulmanes y el Nosotros de la resistencia frente a los franceses y su ideología de la Revolución Francesa queda determinado por la decisión de resistir. La decisión determina al “pueblo”: el pueblo hispano-cristiano, crisol de visigodos, hispanorromanos, cántabros y astures, nace en la decisión de resistir, de ser “si mismo”, frente a una civilización extraña. El pueblo español, que entra en la historia como sujeto, obligado por la traición del Rey y parte de las clases dominantes, renace en la decisión de resistir al francés.

Otra tarea metapolítica del Hispanismo es enfatizar la relación con la Tierra (la Tierra de los padres, la Patria) como una variante del existencial ser-en-el-mundo, propio del Dasein. El filósofo argentino Carlos Astrada, que fue discípulo de Heidegger y milito de joven en el peronismo, ha enfatizado en varias de sus obras esta relación telúrica[5]. Con una terminología claramente heideggeriano escribe Astrada:

El ser sí mismo plenamente….está en función…. también de una tierra, del genius loci, del numen del paisaje[6].

Sólo por la vigencia de un estilo anímico y cultural, en consonancia con la tierra, con un paisaje humanizado por generaciones sucesivas, volcadas todas ellas a unas tareas comunes y con sentido de continuidad, un pueblo, una comunidad nacional, puede tener, en la instancia universal de la historia, acceso a la grandeza[7]

El propio Heidegger también se ha referido, en muchos pasajes de sus obras, a la relación del Dasein con la tierra donde habita. El Dasein es ser-en-el-mundo, y la tierra donde habita es parte de este mundo.

En 1933, con motivo del aniversario del fusilamiento del activista Leo Schalegeter por los franceses, Heidegger vuelve a poner en manifiesto la importancia del terruño.

Cuando en tus marchas y excursiones pisas las montañas, los bosques y los valles de la Selva Negra, hogar de este héroe, experimenta y aprende que las montañas entre las que el joven hijo de campesinos creció, son de piedra primitiva, de granito. Y ellas han estado mucho tiempo trabajando, endureciendo la voluntad […]. Indefenso ante las miras de los fusiles que se movían hacia él, la mirada interior del héroe se fijó en el día y en las montañas de su patria por encima de las bocas de las armas, para morir por el pueblo alemán y por su Reich con la mirada puesta en el campo de la patria[8].

Es importante señalar aquí la dualidad terruño o patria pequeña/patria grande. Schalegeter muere por la patria alemana y por el pueblo alemán, pero su espíritu se ha forjado en las montañas de la Selva Negra, que son su terruño o patria pequeña, y sin el enraizamiento en el terruño no se puede amar a la patria grande. No se puede ser alemán “en abstracto” no por adhesión a un supuesto “patriotismo constitucional”, sino que se ama a la patria alemana por enraizamiento en una tierra concreta, sea la Selva Negra, Baviera, Prusia o cualquier otro rincón.

Todo ello tiene una importante trascendencia para el Hispanismo. El patriotismo hispánico se construye a partir del enraizamiento en un terruño, en una patria pequeña. El paisaje del terruño es una parte importante en la formación de los hombres que viven en él. La variedad de paisajes y tierras en España hace la que la Hispanidad tenga que ser, forzosamente, plural, pues los distintos pueblos que integran la Hispanidad hunden sus raíces en territorios y paisajes distintos y el ser humano como Dasein necesita hundir sus raíces en la tierra para poder elevarse hacia la universal. No se es español por una adhesión abstracta a una constitución, sino por elevación hacia la idea de la Hispanidad a partir del amor a una tierra concreta. Para ser español hay que ser catalán, vasco, valenciano, navarro, castellano….o varias de estas cosas a la vez.

La Historia de España nos muestra claramente que en sus épocas de grandeza la Hispanidad ha sido plural, y que los intentos de uniformización han acompañado siempre a la decadencia.

Ante la situación actual de decadencia y de “olvido del ser” en que se encuentra España, oscilando entre la fragmentación en falsas identidades y la disolución en un mundialismo sin alma, la gran tarea metapolítica del Hispanismo es la reconstrucción de la comunidad originaria y la vuelta al origen.

La comunidad no es lo mismo que la sociedad. El grupo comunitario se forma en virtud de la afectividad y de la tradición, mientras que la sociedad está basada en relaciones formales y contractuales. El Hispanismo como movimiento debe reconstruir esta comunidad originaria a partir de la decisión (de volver al “ser”) y de la vuelta al origen.

La vuelta al origen ni significa retroceder a otros tiempos históricos (no se trata de volver al siglo X ni al XIV) sino de reconquistas los valores de los orígenes y, a partir de ellos, construir el futuro. La Hispanidad empezó a forjarse en los orígenes de la Reconquista, a partir de la “decisión” de grupos de visigodos, hispanorromanos, cántabros y astures de resistir al invasor musulmán, como portador de otros valores y de otra civilización. Esta decisión fundante crea una nueva identidad, la de los cristianos hispanos, que va a ser el Dasein colectivo de la Hispanidad.

Hoy en día el Hispanismo debe fundar una nueva comunidad, a partir de la decisión de resistir a los nuevos invasores: el mundialismo y sus ideologías instrumentales (derechos humanos, ideología de género, animalismo) y las falsas identidades fraccionarias que niega la existencia histórica de España. Debe rechazar también las falsas medicinas del “patriotismo constitucional” y de los que defienden la unidad formal del Estado, pero olvidando el ser de España.

 

[1] Heidegger, M. (1991) Lógica. Lecciones de Martin Heidegger (semestre de verano de 1934) en el legado de Helena Weiss. Barcelona, Anthropos editorial del Hombre y Ministerio de Educación y Ciencia. P.27

[2] Lógica, p. 35

[3] Lógica, p. 19

[4] Lógica, pp. 19-20

[5] Ver Astrada, C. (1963) Tierra y Figura. Configuración del numen del paisaje. Buenos Aires, Ed. Ameghino. (2006) El mito gaucho. Edición crítica a cargo de Guillermo David. Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes

[6] Tierra y Figura, pp. 9-10.

[7] Tierra y Figura, p. 24

[8] Gil, obra citada, p. 130

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