La invasión comienza en Libia

“La emigración es un derecho humano, mientras que la inmigración no lo es”.

Agnes Heller

 

Durante el verano de 2018 estamos siendo espectadores silenciosos de las consecuencias del delirante proceso de descomposición de los “estados pantalla” de Oriente Medio. Y es que desde el derrocamiento de Muamar el Gadafi en Libia a manos de la OTAN por el control de sus recursos petrolíferos, y de Francia por los intereses personales de Nicolas Sarkozy, hemos pasado a una Libia dividida entre el este y el oeste, implosionada por la existencia de decenas de milicias que operan como reinos de taifas y plagada de mafias que se lucran con el tráfico de migrantes.

Un reciente informe publicado por la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, establece que Libia se ha convertido en la principal ruta utilizada, y a la vez la más mortal, por refugiados y migrantes con el fin de cruzar desde el norte de África hasta Europa. Libia se ha convertido en el embudo por el que se catalizan los desplazamientos de personas de países vecinos, del Oeste de África y África Central (Nigeria, Guinea, Costa de Marfil, Gambia, Senegal, Mali y Camerún), del África del Este (Eritrea, Somalia, Etiopía y Sudán), y de otras regiones (Siria, Palestina, Irak, Marruecos, Bangladesh…) Algunos huyen de conflictos y otros buscan oportunidades dejando atrás la pobreza de su país de origen.

La posición geoestratégica del país unido al conflicto, la inestabilidad y al colapso del sistema judicial, donde reina la impunidad, ha llevado a muchos grupos armados, bandas criminales e individuos a participar en la explotación y el abuso de refugiados y migrantes.

En el año 2011 en relación a Libia, el Consejo de Seguridad de la ONU no había autorizado explícitamente una operación militar, pero varios países occidentales liderados por Francia y la OTAN lo asaltaron con sus armas con el fin de imponer una “solución humanitaria”.

Muchas han sido las hipótesis que se han barajado para poder entender como Nicolas Sarkozy pasó de ser el principal rehabilitador de Muamar el Gadafi como mejor aliado de Occidente a su verdugo más cruel. Recientemente Sarkozy esta siendo investigado por una supuesta financiación ilegal para su campaña a las presidenciales de 2007, sobre el pesan las declaraciones del multimillonario libanés Ziad Takieddine, quien afirmó que él personalmente transfirió 5 millones de euros desde Trípoli a París, donde los entregó a la mano derecha de Sarkozy, Claude Guéant, quien precisamente estuvo al frente del Ministerio del Interior después de las elecciones de 2007.

Sea como fuere, las consecuencias de la desestabilización de la zona están convirtiendo a Libia en el puerto de salida de la inmigración que se instala en Europa proveniente de África, al mar Mediterráneo en el corredor de trafico de personas más importante de la historia, y a las ONGs financiadas por la Open Society Institute de George Soros en las correas de transmisión de las mafias y bandas criminales instaladas en Libia.

Y mientras tanto las consecuencias la pagan los de siempre, los migrantes que se exponen a la muerte por la búsqueda de un futuro mejor y la población autóctona europea que sufre la avalancha desmesurada de inmigrantes dentro de sus fronteras con el beneplácito de unos gobernante atragantados de un sentimentalismo carente del mínimo sentido de estado.

Es el momento de que Europa se crea su capacidad de asumir el liderazgo mundial que debería ostentar, que abandone su servilismo como marioneta de la OTAN, que cierre sus fronteras con el fin de estabilizar el equilibrio laboral de nuestra sociedad y dar seguridad a sus habitantes, y que ofrezca una solución firme y decidida para Libia aportando los recursos económicos que fueran necesarios con el propósito de estabilizar y devolver la autonomía y soberanía necesaria en la zona.

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