Golpe de Estado

«La ley en éste país es como el honor de las putas»

(CURZIO MALAPARTE)

En fecha tan lejana como 1.931, publicó Curzio Malaparte ja versión francesa de su original (en italiano) «Tecnica del colpo di Stato» (Técnica del golpe de Estado), libro de «de cabecera» para un variopinto elenco de personajes de la pasada centuria, entre ellos Ernesto Che Guevara. A lo largo de sus páginas desgranaba Malaparte diversos episodios de ésta índole que habían tenido lugar hasta esa fecha con desigual fortuna; entre otros. el 18 Brumario de Napoleón Bonaparte, la Marcha sobre Roma (en la que, por cierto, participó activamente el autor), el Pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera, o la Revolución bolchevique, que cumple su Centenario en este 2.017.

El escritor toscano describe en su obra, con minuciosidad y detalle, los aspectos «técnicos» de los diferentes acontecimientos narrados: la «oportunidad», la logística, la concentración de fuerzas en un lugar y momento dados…. Pero al margen de la casuística concurrente en cada caso, independientemente de la personalidad de los actores y de las circunstancias específicas de cada escenario, cabe extraer una conclusión de fondo: aquellos golpes de Estado que resultaron «victoriosos» para sus ejecutores, contaron con el denominador común de tener enfrente un Poder político debilitado, dividido, dubitativo e incapaz de emprender una acción eficaz, contundente y resuelta que permitiera abortar la intentona. Es por ello que incluso llega a resultar irrelevante la correlación de fuerzas en contienda, por cuanto son la voluntad y la pericia desplegadas las que decantan el resultado del duelo. Paradójico y muy ilustrativo, se revela el caso de Trotsky, por el que Malaparte deja traslucir admiración por su «cualificación técnica» y su habilidad planificadora, que habiendo sido el «cerebro» organizador del golpe de 1.917 contra el gobierno de Kerensky, y acumulando la ingente experiencia de haber dirigido el Ejército Rojo durante la cruenta Guerra Civíl subsiguiente, fracasó sin embargo, al intentar algo parecido contra Stalin años depués, empleando su acreditada sabiduría «tecnico-golpista»…. ¿Diferencias? La que discurre entre el condescendiente, débil, pusilánime y titubeante Kerensky, y el decidido, implacable, feroz y despiadado Stalin. Y más aún, entre un Estado instalado en la provisionalidad, internamente dividido, perdido entre indefiniciones esenciales y asolado por conspiraciones y traiciones en su seno, y un Estado fuerte, con una fé robusta en su misión y la determinación necesaria para emplear todos los medios a su alcance para defenderse. El golpista era el mismo; el Estado, no.

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