Eutanasia: cariños que matan

Resulta enternecedor tanto empeño en proporcionarnos lo que llaman “digna” muerte (como si alguna muerte no lo fuese, en contraste con algunas vidas tenebrosas). Ese súbito cariño que inflama y enardece a quienes, gobernándonos, “representándonos” y adulterándonos hasta los extremos, previamente nos expropian honra y hacienda. Están poseídos espasmódicamente, cual espíritus malignos, por la mística del arrebato. Ahora nos declaran su amor apasionado y, a modo de rosa engalanada, nos regalan la oportunidad de morir voluntaria y obligadamente, cuando ellos (el Poder y sus sicarios, ya sean médicos u otros a tal fin disfrazados) lo consideren conveniente. A aquel que firme el “papelito” de petición y súplica (muy en uso de su razón, eso sí), le darán “matarile” cuando ellos lo decidan. No se sabe aún si será necesaria la presencia de relator anti-cláusulas abusivas.

Pues miren, para morirme voluntariamente, cuando a mí me dé la gana, no necesito ni su permiso ni su ayuda. ¡Váyanse a “ferlamá”! Y exijo todos los medios para mantener siempre viva mi esperanza, por muy inconsciente que esté o irreversible parezca el naufragio. Ponerme por delante a firmar un papelito para otorgar poderes de asesinato, es una ignominia, un paso más hacia el Estado Totalitario. El definitivo.

Esto se enmarca en lo que la perversión de nuestra Sociedad ha convertido el Poder: en un mero y feroz Gestor del Miedo. Asustan y amenazan permanente con todas las desgracias apocalípticas imaginables: colesterol, sedentarismo, contaminación, plagas, calentamiento, alcoholismo, tabaquismo, etc., etc., etc. Toda una interminable colección de espanta-pájaros de trapo. Sólo un ejemplo: el tabaco mata pero nos lo vende el Estado (reos de cárcel o de horca). Seguir llenaría una Enciclopedia entera. Una única adenda para desenmascararlos un poco más: miedo a la ingobernabilidad, miedo a la desaparición de las pensiones, miedo a los “populismos” (ello sabrán qué leche es eso) y miedo a que cualquier imbécil o imbécila pueda sospechar odio en mi mirada. Cada día un Estado más policial, de denuncias, delaciones, vigilancias, sanciones, controles y prohibiciones. Si esa era la libertad soñada, menuda pesadilla!

La Eutanasia nos la venden como acto “compasivo” hacia quien, queriendo, no puede suicidarse. Estos casos, extraordinariamente poco frecuentes pero muy explotados por el amarillismo mediático (Sampedro, y algún otro, p.ej.), sirven de cortina de humo para evitar la cruda realidad. La de millones de ancianos, unos enfermos y otros no, que se aferran a la vida en las condiciones en las que se encuentran. Todos los demás son creaciones de ficción para justificar fines inconfesables. En vez de afrontar, si así se considerase necesario y yo opino que no lo es, la Ayuda al Suicidio, como se está haciendo en Holanda con el debate sobre la “píldora” mortal a todos asequible, aquí (y en otros muchos sitios) se pretende expropiar las decisiones del individuo sobre su propia vida: como ya firmó, previo persuasivo y convincente  “lavado de coco” a él y a su familia, ahora decide el Estado, con toda la fuerza y “garantías” de su inmenso aparato. Y usted, y todos ustedes, deben agradecer eternamente estar tutelados por tan progresista y compasiva jerarquía.

En definitiva, contando con una parte importante de la Sociedad estupidizada y sin más criterio que el miedo inculcado, y el miedo a tener miedo, se trata de sacralizar definitivamente el “Síndrome de Estocolmo”. Demos gracias a nuestros secuestradores que tan bien saben interpretar nuestras necesidades y velar por nuestro bienestar. Es el mismo mecanismo que nos lleva a considerar a los asesinos terroristas como “hombres de paz”. Así, desde que somos un “Huevo” al albur y la deriva mientras deciden o no dejarnos nacer, hasta que “in polverum  reverteris”, pertenecemos al Estado, Totalitario por más señas.

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