Esquizofrenia

La situación política española se precipita imparable hacia una espiral de esquizofrenia. No es ya que las cosas, a fuer de inverosímiles, no sean lo que parecen. Es que en una inconcebible pirueta copernicana, son… ¡justamente lo que parecen!. Y ello, pese a que resulte imposible aceptar que “sean” lo que “son”, sin sumergirnos, víctimas de una sobredosis de estupor, en un estado de irreversible catalepsia.

Un Presidente de Gobierno en funciones, que acaba de obtener una pírrica victoria electoral, empeorando sus anteriores resultados después de convocar de nuevo a las urnas tras ser incapaz durante meses de lograr la mayoría parlamentaria necesaria para formar gobierno, se apresta ahora a pactar para lograr su Investidura, con aquellos que acaban de protagonizar recientemente un Golpe de Estado que pretendía lograr la independencia de una parte de la Nación cuyo Gobierno aspira a presidir. El mismo Presidente de Gobierno en funciones, al día siguiente de la jornada electoral, ha alcanzado un acuerdo de coalición para compartir el futuro ejecutivo con una fuerza política sobre la que, pocas fechas antes del comienzo de la campaña, había manifestado que la simple idea de integrarla en el gobierno le producía insomnio. Hablamos del Presidente de Gobierno en funciones que, con una impudicia obscena y desvergonzada, ha verbalizado en deslenguado alarde, el acta de defunción de la independencia judicial, irrogándose la capacidad de condicionar la actuación de sus órganos. Nos estamos refiriendo a ese Presidente de Gobierno en funciones, que lo es en virtud de una Moción de Censura que le permitió liquidar al anterior Gobierno, amparándose en una sentencia judicial que evidenciaba una trama corrupta del partido que lo sustentaba, y que hoy, ante otra sentencia condenatoria del (cuantitativamente) mayor escándalo de corrupción descubierto hasta la fecha en el Régimen del 78, por el que han resultado condenados dos expresidentes autonómicos y un sinfín de altos cargos, todos ellos pertenecientes a su partido, permanece “mudo, sordo y ciego” y, por supuesto, sin asumir ningún tipo de responsabilidad política. El ínclito Presidente de Gobierno en funciones que, tras pasarse la campaña electoral prometiendo “firmeza” frente al “procés” (garantizando la defensa de la integridad territorial de España, rechazando cualquier tentativa de diálogo que cuestione el marco legal vigente y negando toda posibilidad de indulto para los golpistas condenados), no ha dudado en ciscarse en sus propias palabras  para, a mera vuelta de hoja del calendario, enviar a sus “mamporreros de guardia” con el perentorio encargo de abrir la vía de una negociación con los independentistas de ERC, cuya primera providencia ha cristalizado en la asunción de una parte sustancial del “relato” golpista, bajo la fórmula de la existencia de un “conflicto político” en Cataluña, que debe resolverse con “diálogo y entendimiento institucional”, lo que, de facto, consagra la tesis de la “bilateralidad”, imprescindible para sostener la patraña secesionista. Es el alucinado Presidente de Gobierno en funciones, que se proclama artífice del milagroso advenimiento de la verdadera democracia a España, a través del singular prodigio de profanar la tumba de Franco y trasladar sus restos a otra sepultura. Se trata, en fin, del Presidente de Gobierno en funciones, que miente sin tasa ni medida, a todos durante todo el tiempo; el del “no, es no” pero según y cómo; el que se pavonea ufano en su nadería pretenciosa mientras el país se despeña política, económica y socialmente; el que se dispone a vender por el mísero “plato de lentejas” de una Investidura, todo lo que sea necesario para prolongar su iluminada y terca… “resistencia”. La de “manual”. Pocas veces un panfleto encaminado a la promoción y el autobombo ha dejado traslucir tan a las claras, la vanidad acomplejada, la venalidad de carácter y la banalidad de propósitos de un personaje político.  

¿Esquizofrenia? Si no lo es, lo parece…    

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