Ernst Jünger, o el redescubrimiento de la técnica

¿Acaso no es paradójico que Jünger nos invite a redescubrir la técnica en un mundo, como el actual, en el que la tecnología ha invadido todos los órdenes de la vida?

La tecnología es más ubicua que nunca, extendiéndose desde la planificación de las grandes urbes, proyectos e infraestructuras de ingeniería hasta el diseño nanotecnológico de dispositivos microscópicos. ¿Qué es pues necesario descubrir?… Sin embargo, la técnica a la que aludía el gran escritor teutónico sigue siendo, todavía hoy, uno de los más grandes misterios del mundo moderno…

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Los orígenes del misterio de la técnica radican en los conflictos de pubertad de nuestra cultura moderna. Todos recordamos cuando en el bachillerato se nos interrogaba: “Vas por ciencias o letras?”, cuya respuesta resultaba tan decisiva para nuestro devenir como responder a la pregunta: “Eres de derechas o de izquierdas?”. Sin embargo, el joven y rebelde Ernst Jünger no se dejó seducir por similares carriles del pensamiento, y fue precisamente en sus primeras experiencias como soldado durante la Primera Guerra Mundial cuando se percató de que la ideología y cultura enciclopedista heredadas de la Ilustración no constituían ya factores operativos en el campo de batalla, mientras se enfrentaba a la muerte, a sí-mismo y al espíritu de la época. En última instancia, el gran héroe de guerra se percató de que tales vagones del pensamiento burgués comenzaban a ser intensamente fragmentadas y movilizadas por una nueva configuración de fuerzas de naturaleza mecánica y totalizadora: la técnica.

Luego de la Primera Guerra Mundial, Jünger se preguntó cuál podía ser el destino de tal locomotora de fuerzas poderosas, pues esta nueva creación de las fuerzas de la época traspasaba de forma fulgurante las fronteras nacionales[1] y también cualquier frontera ideológica, moral, económica y de clase social entre los hombres. En aquella época la mecanización, el existencialismo, el nihilismo, el creciente poder de las masas y la industria parecían invadir todos los órdenes de la vida, y sin embargo, Jünger lograba percibir un sentido invisible y latente en todo el proceso, donde la emergencia de nuevos tipos humanos constituía el potencial afirmador de valores muy próximos a aquellos forjados en su espíritu por la mejor tradición guerrera Prusiana. Y es en esta visión de la vida donde el valor y el Ser se expresan mediante la técnica.[2] Esta cosmovisión fue tan fuerte en el pensamiento de Jünger, que incluso llegó a afirmar: “La técnica es la verdadera metafísica del siglo XX”[3]

Ahora bien, tanto lo que conocemos hoy como tecnología o máquinas –y que nos rodean de continuo en nuestras vidas- constituyen sombras petrificadas de la idea de técnica a la que alude Jünger. La confusión entre términos se vincula a un progresivo empobrecimiento léxico procedente del dominio Anglosajón… En efecto, en inglés technique y technology se emplean a menudo como sinónimos, mientras que en Español todavía persistió hasta hace poco una distinción conceptual en la que técnica se asimilaba a “estilo de hacer las cosas”, y tecnología se corresponde al discurso científico sobre la técnica. La técnica de nadar o ir en bicicleta va ligada a nosotros, es parte constitutiva de nuestro Ser, expresa dominio en determinadas circunstancias, y la llevamos en nosotros mismos aunque nos hallemos sin bicicleta ni piscina. Esta percepción sobre el problema permite dar un primer paso decisivo en la superación de lo que Heidegger, inspirándose en las ideas de Jünger[4], se refirió como el concepto “instrumental” de la técnica y de la máquina, la cual hace creer al hombre en la ilusión de que la máquina se inventa con el fin de facilitar el trabajo y la productividad; la ilusión de que la máquina se puede gobernar mediante la ciencia, la moral, la economía o la política. Es cierto que en el dominio de la ingeniería y la investigación científica se emplea constantemente tal visión instrumental, pero aquello que Heidegger denominó como la esencia de la técnica no sirve a intereses individuales, económicos ni sociales… La técnica es la aristocracia de la máquina… Lo que sella la esencia de la técnica es el automatismo, es decir, la resonancia y acoplamiento entre todos los seres y elementos que integran una organización. La técnica se expresa en las marchas militares, en los cantos, las óperas, y sólo secundariamente en las máquinas. Si este automatismo desaparece, la técnica modifica su esencia. En este sentido, la máquina abarca su potencial conceptual desde el orden de los átomos, ciudades e incluso galaxias.

Acerca de este fenómeno del automatismo, Jünger escribió un libro muy instructivo, El Libro del Reloj de Arena[5], donde el reloj, como perfecto paradigma de la máquina, aspira en toda época a capturar el tiempo en la misma medida en que aspira a capturar la esencia de la técnica y el propio espíritu de la época. Por supuesto que hoy podemos dar cuerda a un reloj medieval, y éste se moverá según ciclos uniformes; sin embargo, esta dinámica es mecanismo, una expresión muerta de la idea mucho más rica acerca del automatismo, que trasciende además el paradigma cibernético o ingenieril de regulación automática. La puesta en marcha del automatismo del reloj medieval exigiría que todos trabajásemos con la misma técnica que los artesanos que construyeron tales relojes, y que integrásemos tales relojes en nuestra vida activa.

 

El trabajo como expresión técnica de dominio

La técnica nos lleva a otro de los conceptos clave de Ernst Jünger: el trabajo. Los desarrollos más importantes de esta idea fueron expuestos en su libro “El Trabajador”[6] y hasta nuestros días, tal libro sigue siendo motivo de muchos equívocos… La razón principal de ello es la inadecuada comprensión del concepto de trabajo aludido por Jünger. “Trabajo” es para Jünger la movilización de fuerzas generada por una técnica (o estilo) que es expresión del Ser. Esta concepción, que recuerda a aquella de las tareas de mando militar, se distingue muy poco de la idea tradicional de arte o techné, la cual no aspira a servir a intereses individuales o económicos, pero más bien afirma la participación creativa del individuo en un orden macrocósmico o de Estado clásico o tradicional. Por tanto, para ejercer este tipo de trabajo, todo individualismo constituye un lastre que, eventualmente, será movilizado por las fuerzas más insospechadas. Y el “motor inmóvil” que dirige las palancas de tal movilización es lo que Jünger denominó como el “tipo”, un valor que se encarna en lo humano y que además trasciende las valoraciones económicas. Ahora bien, sería erróneo asimilar el tipo descrito por Jünger al técnico, ingeniero, científico o tecnócrata… El profesionalismo imperante en la sociedad civil exige que estos perfiles no se enfrenten al caos o a aquello que Jünger denomina como los “poderes elementales”[7] y el caos de su propio Ser, pero más bien que estimulen la represión de tales poderes mediante el recurso a la eficiencia, el control, la seguridad, el confort, la sistematización y la ideología. Mediante estas prácticas la esencia de la técnica desvanece poco a poco como idea, como forma de dominio de sí o expresión del Ser; desvanece como gesto, estilo, poesía de movimientos y, como consecuencia, adopta las formas más absurdas, tiránicas y totalitarias, algo ya previsto por Jünger hace más de 50 años.

No sólo Ernst Jünger y Martin Heidegger, pero auténticos “pesos pesados” del pensamiento de la talla de Ortega y Gasset, Georges Friedmann, Oswald Spengler, Jacques Ellul, Arnold Gehlen, Marshall McLuhan, Lewis Mumford quedaron todos seducidos por el misterio de la técnica… Carl Schmitt, amigo de Jünger, incluso llegó a afirmar que enfrentarse al problema de la técnica exige de la recuperación del espíritu Hercúleo[8]. Y sin embargo, la técnica dejó de constituir a partir de los años 70 un problema cultural, en gran medida debido a la polarización estudiada por A. Koyré entre las “dos culturas”[9], en la que en Occidente los problemas tecno-científicos no se les asigna competencia alguna en las humanidades y viceversa.

Y sin embargo, redescubrir la fenomenología de la técnica es hoy más importante que nunca. Como podría decir el gran cineasta Godfrey Reggio, director de la trilogía Quatsi: “respiramos técnica”… Más que nunca se comprueban formas patológicas de adicción a las técnicas y erosión de todas aquellas disciplinas o valores que se nutrían del gesto y comunicación entre seres. Hoy, siempre que se quiere resolver un problema (económico, social, salud, etc), se recurre a las técnicas como salvación. Se pueden comprar máquinas, patentes y tecnología, pero no se pueden comprar técnicas; se pueden comprar pastillas, pero no un estilo de vida que potencie la vida misma. El Ser es algo que se forja, que se crea; es la figura que esconde en el mármol. Por ello, el descubrimiento del gesto técnico constituye la primera acción requerida para desvelar la figura del soldado, del trabajador, del emboscado o del anarca que aspiramos ser en nuestras vidas.

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[1]                Ver el concepto de “movilización total” y “Guerra total” presentado por Ernst Jünger en su obra “Sobre el dolor seguido de La movilización total y Fuego y movimiento” Tusquets Editores 1995

[2]                “Cada vida tiene la técnica que a ella le resulta adecuada, que le es congénita. La adopción de una técnica extranjera un acto de sumisión cuyas consecuencias son tanto más peligrosas cuanto que se efectúa en primer lugar con el espíritu” Ernst Jünger. El Trabajador. Dominio y Figura. Ediciones Tusquets. 1990 Sec. 23

[3]                “Technology is the real metaphysics of the 20th century” Ernst Jünger Spretnak, 1997, pg 128. También citado por Jacques Ellul, en “The Technological Society” Vintage Books 1958

[4]                Ver Martin Heidegger. La pregunta por la técnica: Conferencias y artículos (Grandes ideas) Ediciones Folio, S.A. (2007)

[5]                El Libro del Reloj de Arena. Ernst Jünger. Tusquets Editores 1998

[6]                Ernst Jünger. El Trabajador. Dominio y Figura. Ediciones Tusquets. 1990

[7]                (…) relegando lo elemental al reino del error, de los sueños o de una voluntad forzosamente malvada (…) para el burgués lo elemental es lo irracional y, por tanto, lo inmoral sin más (…) Hay en las relaciones con lo elemental dadas al ser humano unas que son superiores y otras que son inferiores (…) Las fuentes de lo elemental son de dos especies. Por un lado están en el mundo, el cual es siempre peligroso, como el mar, que siempre encierra dentro de sí el peligro aun en los momentos en que no sopla el viento. Y por otro lado se hallan en el corazón humano, el cual está siempre anhelando juegos y aventuras, odios y amores, triunfos y caídas (…) En los sitios donde está presente ese conocimiento la irrupción de lo elemental se presenta como una de esas marchas hacia abajo en que se encierra una marcha hacia arriba (…) Pero muy pronto se pone de manifiesto que una eliminación aun del más bajo de los reinos elementales es algo que contradice a las tareas del Estado.

Ernst Jünger. El Trabajador. Dominio y Figura. Ediciones Tusquets. 1990

[8]                “Aquél que consiga captar la técnica desencadenada e insertarla en un orden concreto, está más cerca de una contestación a la llamada actual que otro que busque aterrizar en la luna o en Marte con los medios de una técnica desencadenada. La doma de la técnica desencadenada: he aquí la hazaña de un nuevo Hércules”

Carl Schmitt, Institute de Estudios Politicos, Madrid, 1962

[9]                Alexandre Koyré, Etudes Newtoniennes, Gallimard, 1968. Etudes galiléennes Editions Hermann 1986. Para Koyré la ciencia debe ser dirigida por factores intelectuales y humanistas y, en todo caso, por una forma de platonismo o estudio metafísico de las humanidades.

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