El golpe de estado

Ha dejado de ser tiempo de grandes Epopeyas. La Larga Marcha de Mao-Tse-Tung, la Sierra Maestra de Fidel Castro o el Glorioso Alzamiento de Francisco Franco, por ejemplo, pertenecen ya a otra época histórica (no conviene olvidarse que siempre y aun hoy pueden ocurrir excepciones y anacronismos). Los grandes Golpes de Estado se dan ahora desde dentro de las Instituciones (como muy bien expone José Javier Esparza en un artículo publicado en EL MANIFIESTO). La exhibición de fuerza viene después, antes sólo engaño y disfraz. Napoleón, Hitler, el Frente Popular, Lenin y Trotski, De Gaulle, Juan Carlos, etc. etc. aprovecharon su posicionamiento y su oportunidad política durante unas circunstancias excepcionales para apoderarse de todos los resortes del Estado. Luego, desde el Poder “legítimo”, ya lo moldearon todo a su capricho y antojo. Su denominador común, la lógica subyacente, siempre fue la misma en todos ellos: EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS. Es decir, lo que haga falta con tal de subirse a la burra y dar de patadas en la boca a quienquiera que se acerque. El resultado final de estas aventuras de diseño nunca fue bueno, más bien desembocó generalmente en catástrofe. Francia con Napoleón en Waterloo y De Gaulle con el “coq” (el gallo) desplumado y cacareando “grandeur”. Alemania destrozada y en eterno acto de contrición. España en Guerra Civil. Rusia en genocidio y podredumbre. Nuestra Monarquía en fin como parodia y esperpento. Nunca de todo ello salió algo edificante. Más bien ruina y confusión.

Ahora en España nos encontramos con un más de lo mismo: desprecio de Ley y asalto al Poder. Aprovechando una plaga (todavía no sabemos de qué dimensión) intencionadamente agravada por la peor gestión posible (España 47 millones de habitantes, tiene ya más fallecidos que la matriz originaria, China 1.400 millones de habitantes), se ha instaurado de rondón la más férrea Dictadura jamás conocida en nuestros lares. Un Estado de Alarma de dudosa constitucionalidad según afirma, entre otros, Álvaro Écija, socio director de Ecix Group y experto de Seguridad Nacional. Para nuestro bien y salvación, por supuesto. Ni libertad de residencia, ni libertad de desplazamiento, ni libertad de reunión, ni libertad de manifestación, ni libertad de expresión. Sin derecho al trabajo, sin derecho a morir acompañado por los deudos. Discriminado y sentenciado por cuestión de edad y probabilidad de riesgo. Una desolación kafkiana, huxleyiana y orwelliana, todo al tiempo. Pero muy justificada, claro está. Por Ciencia, Evidencia, Consenso y Mentira interminable.

En este panorama, unas partidas de comunistas apoyadas por los enemigos interiores de España (golpistas, terroristas y etnias varias) aprovechan su éxito en correr a boinazos al kerenski-tonti-flower de Rajoy y, tras asaltar el Palacio de Invierno (Moncloa), desactivan la Constitución, desmantelan el Poder Judicial, amordazan el Congreso, estabulan la Corona y sodomizan a una supuesta Oposición que, dócil y traidora, cobardica y listilla, se somete con mohines de puta un poco estrecha, pero que paga la cama. España con sus 450.000 políticos sufragados ha echado el resto: éxito y orgasmo permanente. Siembra mal (1978) y cosecharás esta basura. Merecida. Contubernio y convolutos, se decía antes. En vez de medidas epidemiológicas, alarma comunista. En vez de salud, dictadura. ¡Y traidor él que no bote!

Mientras tanto, nuestra población, aterrorizada y ratonil, súbdita rendida al Imperio del Miedo, aplaude o caceroliza desde los balcones de su encierro, según soplen los vientos. “Esta guerra la vamos a ganar” corean hasta el hartazgo los muy débiles mentales. No. Ésta ya la hemos perdido. Sin que nadie se haya molestado en hacer un estudio y planificación de control de daños. Después vendrá lo peor. Sin ningún rápido remedio. Ruina, paro, miseria. Guardemos las lágrimas para luego. Cuando el Cielo tenga que mediar. Veremos cuantos se dedican a luchar de verdad. Porque también me gustaría ver cuantos dizque solidarios “quedo-en-casa” (los que abroncan a los más de 100.000 “pícaros” ya denunciados) iban a salir a las calles en estampida si éstas, junto con las carreteras, no estuvieran tomadas por la Policía y el Ejército. ¡Menuda sorpresita nos íbamos a llevar!

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